Después del fulminante jaque mate en Crimea, Vladimir Putin está ahora obligado a responder movimiento por movimiento a Occidente. Se trata de una guerra de sanciones y sobre todo de nervios, escalada ruda que sigue la lógica del “ojo por ojo”.
En medio de la tensión creciente, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, estuvo ayer en Moscú para entrevistarse con Putin y su ministro de Exteriores, Sergei Lavrov.
Hoy llega a Kiev en cita con el Presidente y el Primer Ministro interinos de Ucrania.
E n este momento el Jefe de la ONU juega una de las últimas cartas de la diplomacia: proponer el envío de observadores de la ONU a Ucrania, junto a los de la OSCE, la entidad europea de cooperación.
El Presidente ruso hace, en tanto, lo suyo. Concluyó el proceso para la anexión de la península de Crimea, después de la ratificación del tratado efectuado este jueves por la Duma, el Parlamento ruso.
Pero, sin duda, la respuesta de Washington ha enfurecido a muchos del Kremlin, con una segunda ronda de sanciones que afectó directamente al “círculo mágico” de Putin.
Entre los 20 nuevos “beneficiarios” de esas penas hay muchos “viejos amigos” y colaboradores directos del Presidente: el jefe de personal, Sergei Ivanov, exministro de Defensa que como él viene de la KGB, y su asesor Andrei Fursenko.
Otros “castigados” también representan sus palancas económico-financieras personales: el presidente de los Ferrocarriles del Estado, Vladimir Iakunin, además de Ghennadi Timchenko, uno de los principales operadores de energía y brokers en el mundo.
También, los hermanos Arkadi y Boris Rotenberg con variado intereses (la banca, el transporte, el petróleo y el gas), muy cercanos a Putin, lo mismo que Yuri Kovalciuk, presidente del Banco Ruso, que participa en las sanciones, por ser el banquero personal del presidente.
Casi todos ellos, merced a suculentos contratos, han recaudado miles de millones luego de los recientes Juegos Olímpicos en Sochi.
Un ‘contragolpe’ ruso
El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, tuvo que admitir que ver ciertos nombres en la lista negra de Estados Unidos es “desconcertante”.
Una de las primeras reacciones fue la prohibición de viajes contra representantes estadounidenses, entre ellos nueve políticos de ese país, informó el Ministerio de Asuntos Exteriores en un comunicado.
En la lista figuran, entre otros, el senador republicano John McCain y el presidente de la Cámara de Representantes de EE.UU., John Boehner.
Las sanciones de Occidente son claramente “asimétricas”, según Peskov, y no pasarán indiferentes, pero Washington no se basa en la estructura de poder del Estado ruso ni apunta a él. Moscú, en cambio, en su réplica, muestra el puño de hierro de Putin.
Con nervios de acero el líder del Kremlin replica con fiereza y podría, por ejemplo, negarse a los controles sobre las armas nucleares como ya ha amenazado alguna fuente rusa. Irán y su situación nuclear despunta entonces en el horizonte.
Moscú busca replicar punto por punto: París amenaza con cancelar el contrato para la venta de dos buques de guerra Mistral. “Ellos pagarán los daños”, dice el Kremlin. Kiev vuelve a imponer visados a rusos y Moscú ya reforzó los controles aduaneros.
En previsión de las nuevas sanciones de la Unión Europea, sin embargo, Putin debe ponerse algunos límites.
Es que con Europa está en juego el South Stream, un gasoducto propuesto para el transporte de gas natural de Rusia hasta el mar Negro a través de Bulgaria, hasta Italia y Austria.
La crisis en Ucrania puede poner a esa obra en apuros y eso no es conveniente para nadie, según los entendidos, mucho menos para el Kremlin.
Mientras tanto, el proceso jurídico para la incorporación de Crimea a la Federación Rusa avanza. El ministro del Exterior, Serguei Lavrov, dijo que se cerrará esta misma semana. Para hoy está prevista la aprobación por parte del Consejo de la Federación (Senado).