Vista de una subestación de energía dañada en Caracas, donde explosiones de desconocidos se llevaron a cabo este 11 de marzo de 2019, mientras un corte masivo de electricidad continúa afectando a ciertas áreas del país. Foto: AFP
Los relatos son parecidos: el apagón que afectó a casi toda Venezuela impacta a tres migrantes que viven en Quito, pero es posible extender a la mayoría de las personas que llegaron a Ecuador huyendo de la crisis. La dificultad para comunicarse con sus familiares y la imposibilidad de mandar remesas mientras dure la crisis (se ha restablecido el servicio en algunas partes del país, aunque en algunas zonas solo ha sido esporádicamente) desde el pasado jueves 7 de marzo de 2019. Ansiedad y angustia es el factor común de todos porque saben que hay otra causa de sufrimiento en medio de las dificultades en el contexto político, económico, alimentario y social.
Jenika Sikiu Andrade Cordones
“Estoy desde hace 18 meses en Quito. Lo más grave es la muerte de las personas que están conectadas a respiración artificial, saber de mujeres que están dando a luz mientras los médicos hacen todo lo posible pese a la ausencia de electricidad. Los alimentos se están echando a perder, no hay dinero en efectivo además de que solo puedes retirar 3 000 bolívares soberanos (USD 0,91) por las restricciones que hay.
Se vive con angustia. Te levantas a media noche para ver qué pasaba y no puedes saber nada. Hay largas colas por la falta de electricidad, como en la compra de combustible. La gente se mete en la cola sin saber cuándo la conseguirán. Los celulares andan porque los cargan en los carros. Y de ahí, de una u otra persona sale un mensaje.
Aquí en Ecuador conocí a una familia que se regresó a Venezuela. Vive en un piso 20 con el suegro de 70 años, una cuñada recién operada y no tienen agua.
El jueves (7 de marzo del 2019) pude comunicarme con una tía y el sábado con una vecina porque la electricidad le volvió, pero parece que nuevamente se le fue porque explotó un generador. Una amiga de España logró comunicarse con su familia de Maracaibo.
Los comercios están regalando comida perecedera; las farmacias, insulinas. Ha habido apoyo entre las personas y los comercios, pero también ha habido saqueos.
Siento angustia y ansiedad, pero no tenemos opciones sino nada más que pedir a Dios por la familia. Y es que me preocupa todo. Tengo una tía con hepatitis y no he sabido de ella en estos días.
A mi mamá le hice una transacción, pero la líneas de los bancos están caídas. No hay efectivo tampoco con los cajeros. El punto de venta (tarjetas de débito) tampoco están funcionando. Envío USD 100 mensuales por Pay Pal o Sello, una aplicación de ciertos bancos o cuentas bancarias que permite transferir dinero sin costo. A veces hay que hacer una triangulación: enviar dinero a Estados Unidos y desde allá la aplicación envía a Venezuela.
No se puede enviar mucho dinero porque si excedes la cantidad, pueden hacerte un seguimiento. No se puede exceder de los USD 200. Pero hay problemas con la fibra óptica de la empresa de telefonía nacional CanTv que da el servicio a los bancos.
Mi familia está regada en muchas partes. En Colombia están mis hijas estables con su padre. Tengo familia en EE.UU., en Perú, en Chile y en otros lugares. Estamos todos regados.
No tengo mucho contacto con venezolanos acá. La verdad es que soy muy cuidadosa por experiencias vividas. En mi país vivíamos una zozobra diaria. Todos los del círculo familiar o de amistad han sido víctimas de la violencia. La situación de mi país me afectó y soy así, un poco hermética”.
Evelicar Rodríguez
“Soy de Valencia, más conocida como la ciudad Industrial. Llevo casi cuatro años en el país. Con mi padre recién pude comunicarme el domingo 10 de marzo y con mi madre el sábado. Son los dos de la misma ciudad, pero de sectores alejados.
Lo que pasa es que las comunicaciones no están funcionando internamente. Básicamente saben lo que sus ojos pueden ver. Si no tienes carro ni movilización no te enteras de nada. El venezolano que está afuera hace un servicio público para explicarles las noticias que nos llegan. Nuestros familiares están preocupados por lo básico.
Mi hermano hizo una cola de tres horas para la gasolina.
La gente está regalando comida para que no se eche a perder en la nevera. Pero no sabe qué sucede en otros estados porque los televisores no están funcionando sino en donde hay plantas eléctricas. Nosotros que estamos afuera estamos mejor informados.
Yo conozco a un chico que me hace las transferencias. Convierte el dinero que tengo en bitcoins que la pasan luego a bolívares. Los que mandaron dinero durante la crisis eléctrica pudiera quedar bloqueado y dura días hasta que llegue a destino porque hay una gran cantidad de personas delante para el cupo que da el facilitador del bitcoin. Hay muchos que tiene sus remesas estacionadas. Y si quieres mandar el día de hoy, tienes que estar consciente que no sabes cuándo va a llegar. Tampoco se sabe el tipo de cambio ni cuánto va a tocar el día que les llegue.
Hay incertidumbre. En efectivo la inflación es demasiado alta y no alcanza para comprar nada básico. Cuando se va la luz, en algunos lugares, una bolsa de hielo está a USD 10. Eso es como un sueldo mínimo. Es imposible pagar eso. Si no tenían dólares, que muchos no tienen, no pudieron comprar nada y eso provocó los saqueos.
No sabía nada de la situación de mi familia con los saqueos. Era una preocupación supergrande no saber cómo estaban.
En los hospitales no hay siquiera de lo más básico, desde algodones. Hay impactos psicológicos. ¿Si se enferma algún familiar?
Muchos centros comerciales que tienen plantas eléctricas están dando servicios eléctricos para los enfermos, que puedan guardar medicamentos que necesitan el frío. En los patios de comida en centros comerciales, se preparan biberones o están enseñando cómo iluminar las noches con un vaso, aceite…
Estamos viviendo algo horrible porque es un nivel alto de tensión. Y aunque en Ecuador estemos viviendo una vida normal, no se puede estar psicológicamente en paz cuando los conocidos están en problemas. A una amiga se le murió la tía en medio de la crisis. No lo supo sino mucho después y no sabe si su padre está al tanto”.
Jefferson Díaz
“Bueno, ahorita, básicamente es imposible mandar algo para Venezuela por los apagones. Ya tengo casi dos años en Quito. Western no sirve para mandar plata por el control cambiario que existe.
Lo que yo hago es mandar desde el cyber café de unos venezolanos que tienen cuentas allá. Ellos me cambian al precio del día y depositan en cualquier cuenta que tenga allá.
He hablado con mi mamá dos veces desde el jueves, y eso porque el teléfono de la casa es análogo y línea fija. Mi mamá está muy desmoralizada. Ella es ecuatoriana, pero se fue de acá hace 41 años.
Primero padeció la falta de agua. Está 15 días sin ese servicio, mucho antes del apagón, que ahora se agravó porque las bombas no funcionan.
Bueno es una incertidumbre constante. Cuesta dormir, trabajar o hacer cualquier cosa cuando los que amas pasan por esa situación.
Todos los días procuro hablar con mi mamá, que vive con mi hermano menor, para saber cómo está, para darle ánimos y decirle que se cuide mucho”.