1 356 páginas de horror sobre curas pederastas en EE.UU.

El cardenal Donal Wuerl, arzobispo de Washington DC, fue obispo de Pittsburgh, una de las diócesis en las que se ha investigado casos de abusos sexuales de menores de edad. Foto: Archivo / EFE

Es otro episodio de la abusos que han cometido sacerdotes contra niños y niñas en muchos países del mundo. Pero la Corte Suprema del estado de Pensilvania dio un informe que puede provocar varias reacciones: repulsión, ira, asco, dolor, solidaridad. Un documento de 1 356 páginas relata las historias más perversas de pederastia que se llevaron a cabo durante más de 70 años, a más de mil niños, y que fueron encubiertas y hasta permitidas por la jerarquía católica.
Este informe, recuerda el New York Times, se conoce poco después de la renuncia del cardenal E. McCarrick, “exarzobispo de Washington, acusado de abusar sexualmente de sacerdotes y seminaristas jóvenes, así como de menores”.
“Nosotros, los miembros del Gran Jurado, necesitamos que ustedes escuchen esto”, comienza el informe que se hizo público el martes 14 de agosto del 2018. “Ha habido muchos reportes de infantes abusados dentro de la Iglesia Católica. Pero nunca a esta escala. Para muchos de nosotros, aquellas tempranas historias ocurrían en otro lugar, en algún lugar lejano. Ahora sabemos la verdad: sucedió en todas partes”, se afirma a continuación.
La investigación se llevó a cabo en seis diócesis (salvo Filadelfia y Alttona-Jonhstown, abocadas a otras investigaciones). Las seis diócesis se encuentran en 54 de los 67 condados del estado. Solo dos sacerdotes de los más de 300 vinculados en la investigación han sido procesados. Es más por un asunto del tiempo. Algunos casos son antiguos y los victimarios han muerto.
En el caso de los dos -que cometieron sus actos en esta década- fueron denunciados por los propios miembros de las diócesis de Greensburg y Erie, a las que pertenecían. El Jurado afirma tener la esperanza de que el haberles denunciado sea el signo de un cambio de rumbo de la Iglesia. Pero hasta que ello ocurra, “puede haber más acusaciones en el futuro; la investigación continúa”.
Los testimonios que revela el informe son espeluznantes. Hay algunos religiosos cuyos abusos múltiples ocupan más de cinco páginas. Y solo pocos sacerdotes fueron separados de sus parroquias. Otros eran enviados a nuevas misiones. Un religioso violó a cinco niñas de una misma familia. Otro durmió a un niño con un jugo; cuando despertó, descubrió que había sido abusado. Otro obligó a una chica a abortar -un anatema del catolicismo en estos tiempos del debate sobre la despenalización del aborto y la posición radical en contra de la Iglesia- . No recibieron castigo.
En los testimonios, se lee cómo algunos adolescentes acudían a la iglesia en busca de Dios como una respuesta edificante para sus vidas que sentían desorientadas. Otros tenían problemas de adicción a las drogas y buscaban limpiarse. Otros veían en los sacerdotes la representación de Dios; creían, por educación familiar, que no puede haber nada de malo en un religioso que consagró su vida a Dios.
Y esa vulnerabilidad fue aprovechada por los sacerdotes. “La gente acude a Dios mayormente por una influencia, por una necesidad y por una esperanza”, dice el psiquiatra ecuatoriano Luis Moya. Pero además, señala, las personas que tienen estas prácticas sexuales “buscan un trabajo que les permite satisfacerlas”.
“Un pedófilo buscará algo que le acerque a los niños en donde, además, pueda tener poder sobre un niño vulnerable”, a lo que se acompaña también esa “fidelidad” o espíritu de cuerpo. Y Moya recuerda lo que pasó en Chile: el papa Francisco defendió al obispo de Osorno, Juan Barros, quien protegió y ocultó los abusos del padre Fernando Karadima.
A los miembros de la fundación ecuatoriana A su lado, que trabaja sobre la violencia contra los infantes, la noticia de Pensilvania los dejó sin palabras. “El problema del abuso es el ocultamiento”, dice Andrea Elmalau. Y estos niños mayormente “no tienen un adulto que los proteja”.
Es el caso de Jim VanSickle. En 1979, cuando tenía 16 años, llegó a su escuela un profesor de inglés recién ordenado sacerdote: David Poulson.
“Yo era un chico perdido”, dijo Van Sikcle en un entrevista que fue recogida por The Washington Post. Poulson le sirvió como mentor y lo impulsó a terminar sus estudios. Pero eso lo volvió una víctima.
El mundo, en el 2002, se horrorizó con los abusos y el ocultamiento en la Iglesia Católica en Boston. Pero esos casos, revelados por The Boston Globe, resultan ser una bicoca al lado de los de Pensilvania, que fue una investigación estatal.