Las mascarillas reutilizables son buscadas para la actividad laboral

La OMS instó a gobiernos a incentivar el uso de mascarillas para frenar la transmisión del virus. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

La OMS instó a gobiernos a incentivar el uso de mascarillas para frenar la transmisión del virus. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

La OMS instó a gobiernos a incentivar el uso de mascarillas para frenar la transmisión del virus. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Las mascarillas se han convertido en un emblema del combate contra el coronavirus. Y de la ‘nueva realidad’. Se usan como escudo protector, para evitar el ingreso y la salida de gotas de saliva, que son un vehículo de contagio.

Durante las primeras semanas, en el mundo hubo escasez de este insumo. Sin embargo, en calles como las de Quito ya se observa una variedad de modelos, con diferentes materiales y diseños. Desde el pasado 3 de junio, la capital pasó a semáforo amarillo, por lo que hubo una flexibilización de las medidas de aislamiento social.

En las calles se observa a las amas de casa, trabajadores de construcción, policías metropolitanos, agentes de tránsito o conductores de vehículos de servicio público con esta protección de bioseguridad.

David González es enfermero y labora en el Hospital Pablo Arturo Suárez, que trata exclusivamente a los contagiados con covid-19. Cuando atiende a esos pacientes, él se pone la N95 con certificación internacional. La usa durante 24 horas y luego la desecha.

No siempre lleva ese tipo de mascarilla. Se coloca una quirúrgica para tratar con personas que sufren otras patologías. Cada cuatro o seis horas debe cambiarla, para mayor seguridad. Estas también le sirven para actividades fuera del hospital, es decir, cuando va al supermercado o mientras se traslada de un sitio a otro.

Jhoselyn Granda, gerenta comercial de una farmacia, despacha medicamentos oncológicos e insumos médicos a domicilio. Para cumplir esta labor compró unas similares a las N95 para su protección individual y de los pacientes. No las desecha inmediatamente; las reutiliza, porque las entregas son rápidas. “Son lavables, tengo dos que uso durante la semana. Mientras salgo con la una, a la otra la desinfecto con un líquido especial que no maltrata la tela”.

Al inicio, usar el tapabocas -cuenta la joven de 25 años- era incómodo, le faltaba el aire y se cansaba rápido. Pero ya se ha acostumbrado.

Una historia similar vive Marco Minda, de 39 años. Labora en una empresa de comercialización de motos y desde el viernes retomó su jornada presencial. Para ello compró seis mascarillas, que le dijeron soportan hasta cien lavadas. Las coloca en un recipiente con agua caliente. Luego las cuelga en un armador, para que se sequen al ambiente.

Hace poco, la Organización Mundial de la Salud actualizó sus recomendaciones sobre uso del cubrebocas. Antes sostenía que solo los contagiados y quienes los atienden deberían llevarlas. No aconsejaba llevarlas en la calle, incluso en urbes con transmisión comunitaria del virus.

Ahora la OMS instó a los gobiernos a que alienten a la población a usarlas como uno de los recursos más importantes para evitar “una transmisión generalizada” del virus, especialmente en aquellos espacios en donde no se pueda cumplir con el distanciamiento físico, como transporte público y lugares abarrotados.

Pero además de colocarse la mascarilla -según el ente- las personas deben mantener distancia social y medidas de higiene como lavado de manos.

Byron Núñez, infectólogo y profesor de la U. Central, recalcó que el uso de esta prenda de protección debe convertirse en un hábito y parte del nuevo estilo de vida. “Los individuos deben acostumbrarse a ver al otro con el rostro tapado, así se reduce el riesgo de una transmisión”.

El médico aconseja tener al menos tres para intercambiarlas durante el día. Así, por ejemplo, pueden guardar una en la casa, otra en el trabajo y una tercera en el bolso.

Cada una de ellas -comenta- debe pasar por un proceso de desinfección. “No deben rociarles alcohol, ya que deteriora el material”. Primero hay que lavarlas con agua caliente, secarlas al sol y plancharlas.

Eso hacen Sandra Paspuel, ama de casa, y Luis Llanos, conductor de un taxi. Ambos adquirieron tapabocas reusables de tela, que pueden lavar más de 20 veces. Sandra lo usa cuando sale de compras, una vez por semana. Para Luis es un insumo de uso diario.

Mane Silva y Juan Carlos Guamán se dieron cuenta de que estas prendas llegaron para quedarse largo tiempo. Así que las confeccionan en varios diseños, para niños y adultos.