Rubén Darío Buitrón. El Comercio
Murió hace ocho años, pero su memoria se mantiene tan presente en Italia que hace poco se celebró ruidosamente el centenario de su nacimiento.
Indro Montanelli fue un polémico articulista, un valiente cronista, un temerario reportero de guerra y un analista incómodo, pero, sobre todo, un periodista que a lo largo de su vida persiguió el valor más alto de su oficio: la independencia.
En una era en la que se debate intensamente sobre la independencia mediática, es oportuno volver a un libro excepcional: Memorias de un periodista, a propósito de los 100 años de Montanelli en la memoria europea.
Muchos lo consideran el más grande periodista italiano del siglo XX. Escribió miles de artículos y más de 50 libros, entre ellos la serie “Historia de Italia”. El 22 de julio de 2001 se despidió de sus lectores “agradeciéndoles el afecto y la fidelidad con que lo habían seguido”.
¿Qué características se juntaron para que Montanelli se convirtiera en el máximo referente de la buena prensa? “Desde que comencé a pensar tuve claro que sería periodista”, confiesa en las memorias que escribió Tiziana Abate, quien desde abril de 2002 y cada semana, durante ocho años, mantuvo profundas charlas con el maestro .
“Cuatro habas mal contadas con un poco de sal, tres cucharadas de requesón, dos lonchas de salchichón toscano. Levantó la cabeza del plato sobre el que estaba atento comiendo en silencio, respondiendo con distraídos murmullos a mis tímidos intentos de entablar una conversación. Echó mano a un cigarrillo, lo partió con un gesto seco, atajó al vuelo al camarero (‘búscame una cerilla’) y exhaló la primera bocanada de humo”. Tras ese ritual, Montanelli dijo a Tiziana lo que ella quería escuchar hace tiempo. “Lo decidí: tú escribirás mis memorias”.
Y ahí está el libro, un conmovedor testimonio de un hombre que nunca supo ni pudo renunciar a sus principios. Un hombre coherente que nunca mostró vergüenza de un pasado adolescente donde, como muchos, se adhirió al fascismo, pero que tampoco ocultó, jamás, que durante el resto de su vida lucharía con todo su talento contra las dictaduras y los autoritarismos.
¿Eso bastó para llamarlo independiente? No. Fue el periodista más leído de su país porque nunca estuvo al lado del vencedor, porque consideró que la esencia del periodismo, del buen periodismo, es la actitud crítica.
Pudo jactarse de ser un perseguido, pero nunca lo hizo. Pudo convertirse en mimado de los gobiernos, pero lo rechazó. Pudo ser un poderoso director, pero se conformó con manejar secciones “secundarias”. Pudo resignarse a trabajar sus últimos años con Silvio Berlusconi, pero dijo no. Inapetente crónico, lo llamó Abate.
Montanelli fue un hombre que nunca perdió el pequeño vicio de hacerse odiar y que sobrevivió a un intento de asesinato porque se portó como inmortal. Aferrado a su hondo sentido de independencia, nunca entendió por qué el pueblo no discierne entre política honesta y política oportunista.
Lo que sí entendió a cabalidad fue el decisivo consejo de su maestro Emilio Cecchi: “Los periodistas son como las mujeres de la calle: mientras están allí les va muy bien. Lo malo es cuando se les mete en la cabeza querer entrar en la sala”.