Fetichismo histórico
Que había una raza superior, que los africanos no tenían alma y que los judíos siempre serán culpables son una de tantas pruebas de la irracionalidad, condición implícita en la psiquis -mitos, leyendas y perjuicios- más que de la razón en el ser humano. Esas taras deben ser recordadas en la proximidad de los bicentenarios de los primeros gritos de la independencia, que pueden generar extraños debates.
A buena hora que las informaciones de la prensa internacional alivian a los ecuatorianos. En efecto, no solo ha sido la disputa de que fue primero el 10 de Agosto o el 9 de Octubre, sino que también en Bolivia existe igual controversia entre el 25 de Mayo en Chuquisaca (Sucre) o el 16 de Julio de 1809 en La Paz.
Tan mezquinos pareceres olvidan que la historia se hace de procesos y no de hechos aislados; por el contrario, estos últimos son parte y se van acumulando y dando forma a conjuntos más complejos que son los que se inscriben en los anales de la vida de los pueblos.
Mientras existen bizantinas diatribas de quién fue primero, se pierde de vista que la epopeya de la independencia estuvo compuesta de tres grandes capítulos: los primeros gritos, las brutales represiones y las campañas triunfantes de los ejércitos comandados por Simón Bolívar y José de San Martín que lograron los triunfos en Chacabuco, Maipú, Boyacá, Carabobo, Pichincha, Junín y Ayacucho.
No es mera coincidencia, por lo tanto, que un 25 de Mayo en Chuquisaca, un 10 de Agosto en Quito, un 20 de Julio en Bogotá, el Grito de Dolores en México un 15 de Septiembre, un 18 de Septiembre en Santiago o un 9 de Julio en Buenos Aires, entre otros; unos en 1809 y otros en 1810 se produjeran casi de manera simultánea.
Esas primeras expresiones fueron confusas, simulando una adhesión a un rey defenestrado de su trono, pero en definitiva una serie de complots que generaron finalmente la independencia.
Mientras existe un movimiento continental para conmemorar tan magnas fechas, en el Ecuador se instala un debate que además de conspirar contra una interpretación equilibrada coadyuva, siguiendo una inveterada tradición, hacia la desunión.
La historia de nuestras patrias no fue protagonizada por ángeles. La consiguieron hombres con muchos defectos pero con la decisión de empuñar una espada y ofrendar sus vidas si era necesario. Finalmente dieron nacimiento a muchas repúblicas que hasta nuestros días desconocen las ventajas de la integración. Es posible que a las potencias de la época les interesaran pequeñas y minúsculas repúblicas. Nada ha cambiado desde entonces; la vocación por la fragmentación continúa.