En la República Centroafricana, la violencia sexual es considerada endémica y una crisis de salud pública. Desde 2013, este país sufre su última ola de violencia armada derivada de pugnas políticas, con tintes religiosos. En este contexto, la ecuatoriana Gisela Silva decidió realizar labores humanitarias en esa nación, a través de la organización internacional Médicos Sin Fronteras (MSF).
Gisela es psicóloga y se encarga de tratar a víctimas de violencia sexual, en casos que pueden derivarse del conflicto armado como también del entorno cercano de la víctima. Con esta problemática en mente, en 2017 MSF lanzó el proyecto Tongolo, para apoyar a víctimas de violencia sexual en la República Centroafricana. En esta misión, su trabajo se centra en tres estructuras de salud de la capital del país, Bangui.
Ella llegó a este país en noviembre de 2020, desde la coordinación de MSF en España. En julio de 2020, Gisela terminó su proceso de reclutamiento en esta organización.
Aquí, Gisela cuenta parte de su experiencia vivida:
En la República Centrofricana, hay que saber, hay mucha pugna de poderes sobre todo porque hay muchos recursos naturales. Y también porque está literalmente en el centro del continente africano. Entones, es un lugar estratégico y a muchos países les conviene les conviene tener el control sobre este país.
Dentro de esto, hay diversos actores armados que surgen para cada quien luchar por su interés. En medio de eso está la población, que es la que al final sufre las consecuencias de esta violencia desmesurada. Han habido distintos momentos, sobre todo cuando hay elecciones, que la violencia explota. Y cuando pasa eso, la violencia se vuelve muchísimo mayor.
La crisis de violencia en medio de la pandemia
Yo no estuve al inicio de la pandemia, pero cuando yo llegué sí me llamaba mucho la atención que -por ejemplo- aquí los gestos barrera (lavarse las manos, la distancia física, el confinamiento, el usar mascarillas) no eran reglas generalmente respetadas. Primero, porque hay una fuerte creencia de que el virus solamente existe en la gente que es blanca y la gente que es europea. Y, segundo, porque ciertas de esas medidas no se pueden cumplir. Aquí hay ciertos sectores de la población que no tienen agua, para lavarse las manos. El tema del distanciamiento, en muchos lugares yo no sé cómo se podría cumplir viendo las condiciones de vida que tienen. En el uso de mascarillas, aquí hace muchísimo calor. Cuando tú usas una mascarilla aquí, es súper difícil mantener esa marscarilla.
Es muy difícil para mí describir cómo es un día cotidiano aquí en la capital, en Bangui. Es muy difícil seguir estos gestos barrera. Entonces, ahora que hubo un pico de casos justamente en marzo, lo que se pone es agua clorada, en farmacias y locales, pero es muy poca la gente que tiene acceso a eso.
Trabajar en una situación de desplazamiento masivo y extrema pobreza
Generalmente viene gente de las provincias a refugiarse aquí en la capital, en Bangui, donde hay más oportunidades de trabajo. Ahora, las condiciones de vida en la capital son también condiciones de extrema pobreza. Entonces, para ofrecer un tratamiento de salud mental, tienes que tomar en cuenta su condición social también. Es imprescindible que no hagas un tratamiento holístico. No puedes hacer únicamente un tratamiento psicológico. Yo pienso que eso sería muy difícil. Hay factores externos y no puedes hacerte el ciego como terapeuta.
La violencia sexual endémica como crisis de salud pública
En el proyecto Tongolo recibimos casos que tocan a mujeres, hombres, niños y niñas. Y no solamente se trata de violencia sexual perpetrada por actores armados. El año pasado nosotros recibimos 2024 casos y de estos, el 56% las agresiones fueron cometidas por gente conocida; del círculo familiar, de amigos o de la comunidad. Ahí puedes ver que, más que nada, la violencia sexual ocurre dentro de los círculos cercanos.
Es justamente la lucha que tenemos en el proyecto, que la gente se dé cuenta de la urgencia médica de la violencia sexual, que tienen que acudir dentro de las primeras 72 horas para que puedan recibir la profilaxis y el tratamiento contra las enfermedades sexualmente transmisibles, especialmente contra el VIH. Hay una campaña que se ha desplegado con los agentes de promoción de la salud, dentro de cada comunidad. Se han desplegado campañas en las radios, en las escuelas, con los líderes comunitarios, para que entiendan que la violencia sexual aquí en la República Centroafricana, al ser endémica, es un problema de salud pública.
Dejar de lado estereotipos sobre la violencia sexual
Es importante ir rompiendo este paradigma de que solamente las mujeres y las niñas son más vulnerables a sufrir violencia sexual. Aquí, en la República Centroafricana, la violencia sexual es un fenómeno endémico. Toca a todos los segmentos de la población. Cada vez en el proyecto Tongolo recibimos más y más hombres. Hace unos meses recibimos el caso de un hombre que había sido esclavizado sexualmente durante 25 días por una líder mujer de un grupo armado.
Eso nos da una pista de que se tienen que ir rompiendo paradigmas que ayudan a todos los sobrevivientes a hablar, a denunciar sus casos.
Generalmente tratamos síntomas psicosomáticos. Las personas empiezan a desarrollar problemas alimenticios, trastornos de sueño, neuresis, encopresis, dolores de cabeza, palpitaciones, también hipertensión… Pero todo esto no tiene una causa biológica, sino que es a raíz de este evento traumático. Recibimos muchos pacientes que tienen síntomas ligados a la ansiedad y a la depresión. Es gente que está hipervigilante, que tiene mucho estrés de lo que va a pasar, que tiene pensamientos recurrentes de lo que vivió, que cambia sus hábitos y rutinas a raíz de esto que vivió. Hay pérdida de interés en la vida, pérdida de energía, incluso ideas suicidas, autoculpabilidad, una tristeza profunda.
Recibimos también gente que desarrolla estrés postraumático, gente hipervigilante, que tienen flashbacks, pensamientos intrusivos de lo que sucedió. En una menor cantidad, hay gente a quienes se les desencadena una psicosis o alguna enfermedad mental que estaba ahí latente y que a partir de este evento traumático se desencadena. Esos son casos psiquiátricos con los que tenemos otra manera de abordarles, con psicofarmacología.
La labor humanitaria, más que una vida entregada a esta, otra forma de ver la vida
Decidí unirme a Médicos Sin Fronteras porque me gusta muchísimo la oportunidad de poder viajar por el mundo brindando acceso a la salud. Pienso que hay que ver a la salud, no como objetivo de vida, sino como un medio para cumplir tus objetivos.
Es una organización que se alínea mucho a mis principios: el tema de la neutralidad. No importa de dónde venga un o una sobreviviente, tú le tienes que dar acceso a la salud. La independencia: que no respondes a intereses de tal gobierno o tal organización, sino que puedes manejarte con tranquilidad.
Mi manera de ver el mundo ha cambiado muchísimo. Yo he trabajado en Bélgica y en Ecuador. Algo que no he vivido en esos contextos y aquí sí es tener que preocuparte no solo de sobrevivientes, sino también por tu equipo. Tengo a cargo 12 consejeros de salud mental. Tengo que preocuparme por el bienestar de ese equipo nacional. También viene de un contexto de mucha inseguridad, de mucha incertidumbre, de extrema pobreza, donde las condiciones para trabajar no son las mejores. Entonces es estar ahí atenta, respondiendo y súper eficaz para que mi equipo se sienta respaldado por mí.
Las lecciones para Ecuador que deja la República Centroafricana
La violencia sexual puede tocar a todos los segmentos de la población. Pasa mayoritariamente por un tema de poder. Este tema de yo poder denigrar tu cuerpo porque “soy mayor que tú, soy más que tú. Yo simplemente te voy a reducir a un objeto”. Es un tema de género, también quizás de posición social.
A veces las víctimas no se reconocen como víctimas de violencia sexual y regresan a sus casas, a sus comunidades, con este malestar. Saben que ya no van a ser aceptados o saben que ya no van a ser vistos de la misma forma porque, en el caso de las mujeres, ya no soy virgen o en el caso de los hombres, porque “ya no soy digno de ser hombre”.
Cuidar de la salud mental propia, clave en el trabajo humanitario
Aquí he encontrado gente con la que tengo muchísima afinidad y al final del día nos llamamos, hacemos como un resumen de la jornada y eso ayuda un poquito a desahogar. También yo sigo mucho el budismo. Yo soy budista, entonces cada mañana intento hacer mis meditaciones y eso me ayuda un montón.
Hago ejercicio. Aquí en Bangui la vida es más tranquila que en las provincias, entonces tienes el chance de hacer deporte. Y cuando yo necesito, intento tener mis sesiones de terapia y hablar.