Los terrenos blandos ampliaron las ondas del terremoto
Los geólogos lo saben bien: cada región, zona o ciudad tiene diversos tipos de suelo. ¿Un ejemplo? El Centro Histórico de Quito se asienta en un suelo de buena calidad (cangagua), aunque los rellenos de las 17 quebradas que lo cruzan tienen suelos blandos y poco compactos, potencialmente vulnerables a los sismos.
Según un estudio de la Espol realizado por María Verónica Aguirre y Miguel Ángel Chávez en el 2005, los 18 878 km² de superficie que tiene la provincia de Manabí están conformados -en su mayoría- por suelos en los que prevalecen los sedimentarios, residuales y aluviales. También hay areniscas poco cementadas y, en pocos sectores, rocas basálticas compactadas y duras.
Según el estudio, la cordillera costera que atraviesa esta región está constituida por terrenos cuyas elevaciones fluctúan entre los 200 y 600 metros de altura, constituidas en más de un 90% por rocas sedimentarias terciarias y cuaternarias, poco consolidadas.
Eso hace que sean susceptibles a deslizamientos y derrumbes. Eso sucedió en La Chipornia, una de las 80 comunidades rurales de Tosagua, el 16 de abril del 2016
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Allí, un talud de unos 40 metros de altura se derrumbó con gran estrépito y sepultó las viviendas de 13 familias, quienes se salvaron de milagro al llegar con vida a la vía Bahía de Caráquez-Tosagua , que corre a pocos metros de distancia.
Los damnificados no viven a la intemperie gracias a la donación de unas casas temporales de estructura de caña guadúa, paredes de plástico perforado y cubiertas de plástico reflectivo, que no deja pasar el calor.
Los suelos residuales, asimismo, están conformados por arcillas muy plásticas y expansivas que tienen la facultad de ampliar las ondas sísmicas. Estos suelos se forman por procesos de meteorización y se desarrollan en condiciones tropicales húmedas. Los suelos de Pedernales, Canoa y Jama tienen esta condición.
También hay suelos aluviales, desde luego. Estos están conformados por limos de poca consistencia y de origen fluvial que se expanden a los entornos por sedimentación.
Orlando Mora, ingeniero, explica que son tres los tipos de suelos más comunes en Manabí. ML (limos inorgánicos de plasticidad baja), MH (limos inorgánicos mezcla de lino, arcilla y arenas finas) y CH (arcillas expansivas elásticas).
Las tres tipologías más el exceso de agua presente por las lluvias de los días anteriores, coadyuvaron a ampliar la magnitud de las ondas sísmicas y a causar licuefacciones en Manta, Portoviejo, Pedernales, Canoa, Bahía de Caráquez y más poblaciones de Manabí y Esmeraldas, como Muisne y San José de Cachama. Los malos sistemas constructivos utilizados completaron el desastre.
Solamente se observó una excepción notable: la parroquia de Cojimíes, perteneciente al cantón Pedernales. Allí solo se cayeron 8 de las 1 800 viviendas censadas. Y 140 inmuebles sufrieron daños menores.
Las tareas de reconstrucción y de la redefinición del espacio urbano empezaron por la evaluación de las áreas afectadas y la demolición de las edificaciones colapsadas, explica el ingeniero Jorge Luis Pérez. Esto puede incluir el reasentamiento en otros sitios más seguros.
La situación
La Zona Cero en Portoviejo comprende 44 hectáreas. Son 180 casas y edificios colapsados y 491 están en riesgo.
En el cantón Pedernales 1 158 edificaciones están dañadas seriamente y deben ser demolidas.
En Tarqui, el barrio más afectado de Manta, 136 viviendas, hoteles y comercios deben ser derrocados porque tienen severos daños estructurales.
En Bahía de Caráquez hubo 8 edificios y 115 casas colapsados. De 60 inmuebles valorados antier, 24 deben demolerse totalmente.
El agua convirtió a los limos y las arcillas expansivas en una especie de ‘chocoto’