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Los ornamentos para el Papa se confeccionan en Santo Domingo

María Lorena Jesús Crucificado lleva 12 años en el convento, se encarga del bordado. Foto: Juan Carlos Pérez / EL COMERCIO

María Lorena Jesús Crucificado lleva 12 años en el convento, se encarga del bordado. Foto: Juan Carlos Pérez / EL COMERCIO

El equipo de monjas que confecciona los ornamentos litúrgicos que el Papa usará en las misas campales que celebrará entre el 6 y 7 de julio en Ecuador. Foto: Juan Carlos Pérez / EL COMERCIO

Al monasterio de las Carmelitas Descalzas de Santo Domingo de los Tsáchilas solo se accede por una calle de tierra, que empieza en la Y de la cancha Ramia (vía a Esmeraldas). Un par de curvas más y se llega a una casa que parece llevar en el sitio años plantada. Huele a lavanda y a rosas.

Allí, entre sus paredes, se confeccionan los ornamentos litúrgicos que el papa Francisco -les han dicho sus superiores- usaría en las dos misas campales que tiene previsto celebrar en Guayaquil (6 de julio) y en Quito (7 de julio).

En realidad, son cuatro de las 20 monjas de la comunidad las que se emplean a fondo para concluir con ese encargo que entregarán en una semana.

El trabajo empezó hace un mes. Primero con la definición de los dibujos que llevarían las casullas (manto en forma de escapulario y que se usa para celebrar la eucaristía). El pedido era claro: deben ser sobrios y representativos del país.

También les entregaron las medidas del Papa: espalda 50 centímetros, largo 155 cm, manga 64 y sisa 37 cm. Las telas que se usarían debían ser las más finas; es decir, brocado y lino.

Con esas directrices, empezaron a echar cabeza para definir los signos de las casullas. Al final, para la prenda de Quito, decidieron acoger la sugerencia de María Elena de Corazón de Jesús, la fundadora del convento en los años 90.

Ella creyó que lo mejor sería que en el pecho vaya una azucena que representa a Santa Marianita de Jesús (primera santa ecuatoriana) y el Corazón de Jesús al que el Ecuador está consagrado. Y en la espalda, la cruz y la hostia santa.

María Lorena Jesús Crucificado lleva 12 años en el convento, se encarga del bordado. Foto: Juan Carlos Pérez / EL COMERCIO

La idea de los dibujos para la casulla que el Papa usaría en Guayaquil surgió de la inspiración de María Lorena Jesús Crucificado: sugirió que en el pecho vaya Narcisa de Jesús, la santa de Nobol; y en la espalda, el Corazón de Jesús.

Ella también es una de las cuatro monjas que se encarga de hacer el diseño, el corte y la confección de estos atuendos. Recuerda que “cuando nos encargaron este trabajo me sentí chiquita, jamás imaginé que nos hagan un encargo así”.

Con la idea clara, se eligieron las cuatro monjas más hábiles del convento y que, por algunos años, ya estaban entrenadas en la costura: además de María Lorena, se sumaron María Beatriz de la Dolorosa, Ana Lía de Jesús y Sarita de Santa Teresa.

La jornada de trabajo en el taller (10 metros de largo por 8 de ancho) se extiende, pues también hacen ornamentos más sencillos para venderlos en Quito, por ejemplo.

En medio de las tres máquinas de punta recta, una bordadora, una recubridora y una máquina overlok se pasan desde las 08:30 hasta las 12:30; y en la tarde, de 16:00 a 17:15.

Todo el trabajo, por muy sencillo que sea, lo realizan con devoción, agrega la priora del convento, María de los Ángeles, pero eso sí “sin dejar la oración y el oficio divino”.

En total son 10 prendas las que están confeccionando para el Papa: cinco para Quito y cinco para Guayaquil. Dos albas de lino, bordadas a mano; dos cíngulos (cordón) tejidos a mano; dos estolas (banda alrededor del cuello) y dos casullas, confeccionadas en brocado; y dos mitras (solo lo usan el Papa, cardenales y obispos). Todas son en beige, el color que se usa en las solemnidades litúrgicas, junto con el blanco.

María Lorena, de 30 años y 12 en el convento, cuenta que cuando Jorge Mario Bergoglio fue elegido papa tuvo el deseo ferviente de hacerle una casulla y, con ese detalle, enviar el mensaje de que “los pequeños estamos con él”. Pero nunca fue posible concretar aquello.

Antes, recuerda, no sabía ni coger la aguja y dañando las telas aprendió el oficio, a tal punto que ahora es una de las mejores de la comunidad.

Otra monja que se afana en la costura es María Beatriz, de 40 años y 16 en el monasterio. Su fuerte está en el corte de albas. Junto a sus compañeras hace varios ornamentos y estolas; solo en lo que va del año les han pedido 80 juegos, y como son sencillos cuestan USD 150. El del Papa está en unos USD 800.
 
Y ahí entre el olor a lavanda y a rosas, las cuatro religiosas se sienten bendecidas por ser las encargadas de hacer los ornamentos litúrgicos del Papa. Y dan las últimas puntadas con la misma entrega que las primeras, aunque hace unas horas les informaron que las prendas que el Papa usará en Quito las harán los artesanos de Cuenca.