El país está a las puertas de conmemorar el Bicentenario de la Batalla de Pichincha, que marcó el fin del proceso independentista en el territorio que luego se llamó Ecuador. La historiadora Katerinne Orquera reflexiona en esta entrevista sobre las diferencias entre el actual momento y 1922, cuando se celebró el Centenario del 24 de Mayo de 1822.
¿Cómo mira este Bicentenario?
La primera cosa que podemos tener en cuenta es que no es necesariamente una celebración. Es una conmemoración, incluso para criticar lo que tenemos como Estado-Nación. Requerimos tener una nación. El 24 de mayo se vuelve importante porque lo concebimos desde la historia como el momento en que se vuelve irreversible la independencia; es el momento de quiebre, lo que va a permitir un Ayacucho en 1824. De ahí venimos. De ahí partimos.
Tenemos el 10 de agosto, el 24 de mayo, la fundación de la República en 1830. Es una fragmentación muy grande de fechas…
Incluso hay más, porque tenemos Cuenca y Guayaquil. La independencia es u n proceso. Incluso desde la historia patria, que comienza en el siglo XIX con González Suárez, es un proceso que empieza en 1809 con la Junta y termina en 1830 con la Constitución de Ecuador. Hay fechas simbólicas que requerimos para poder conmemorar ese pasado que nos une. El pasado tiene sentido para la sociedad. Además del proceso, somos una sociedad fragmentada.
El historiador Juan Maiguashca, cuando analiza los principios del s. XX, sostiene que hay tres regiones distintas. Cada una va por su camino, pero también plantea que hubo un acuerdo que nos mantuvo juntos: siempre quisimos ser una república. Lo que plantea González Suárez es que 1809 es la cuna, porque sí hay un participación de la élite quiteña, que es luego descabezada y asesinada. En 1822, Quito era una ciudad realista, dominada por Aymerich. La liberación viene de afuera, del Ejército bolivariano.
¿Cómo fue la conmemoración del Centenario en 1922?
Había un gran interés en el pasado. Para 1920 se funda la Academia Nacional de Historia. Además, hay una sociedad efervescente. En aquellos años, el sistema liberal plutocrático estaba en crisis y caerá en 1925. Había un gran cuestionamiento a la autoridad paterna. Pero hay el relato de la nación y la fe en que todos tenemos un antepasado común.
¿Cuál es el contraste hoy?
Las actuales élites que están gobernando tienen un enorme rechazo, primero a una idea de revolución por lo que se ha llamado la revolución ciudadana, que se tomó varias simbologías, no solo de la independencia, sino del liberalismo y de la izquierda de los años 60. Esto es muy evidente en las invitaciones que hace la Prefecta de Pichincha para develar el mural: tiene una Manuela indigenizada. Es una visión manipulada, porque ella no era para nada indígena.
Si en 1922 hubo una movilización, ¿qué hay ahora?
En 1922 había una sociedad que bullía. Los historiadores lo llaman el surgimiento del problema obrero. Y ahora, en cambio, tenemos una sociedad desmovilizada no solamente por la pandemia, sino porque la revolución ciudadana desarticuló los movimientos sociales.
¿Y el problema de la nación?
Las élites no están pensando en la nación, porque no la entienden como el correlato simbólico del Estado.
¿Cómo piensan el Estado?
En achicarlo, con una visión práctica que olvida la dimensión simbólica de lo nacional y de lo identitario. En 1922 estuvo muy presente el pasado, de dónde venimos y adónde vamos. En ese tiempo, en América Latina había la noción del progreso. Ahora estamos en un mundo que nos dice que estamos al borde de la destrucción.
Entonces, ¿cómo conmemorar en medio de este desastre?
En lo actual, el discurso de la violencia, que no es solo discurso sino una realidad, te lleva a guardarte para estar seguro. Implica no estar en las calles. Nuestro presente no tiene esa carga de 1922. Pero hay que pensar también que este es el centenario del 15 de noviembre. Cuando se celebraba el centenario de la Batalla de Pichincha, también se dio la matanza de este pueblo movilizado.
¿Por qué no tenemos una fecha nacional?
En otros países hay una gran fiesta por la independencia. Nosotros no tenemos una sola fecha porque no podemos ser todos iguales y ninguna región ha sido lo suficientemente fuerte para que se imponga una fecha nacional.
Katerinne Orquera
Doctora en Historia Latinoamericana. Obtuvo la beca 2018 del Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA) para la indagación de su tesis doctoral. Publicó el libro ‘La agenda educativa en el período liberal-radical, 1895-1912’. Es editorialista de EL COMERCIO desde 2021.