Llegó temprano a su oficina ubicada en el segundo piso del edificio patrimonial del Municipio, en el centro de Ambato.
Viste un atuendo que está compuesto por un anaco negro y una blusa blanca con bordados hechos a mano y ajustados a su cintura con dos chumbis o fajas de color morado.
El traje se complementa con una bayeta y collares de coral. La joven pertenece a la comunidad de Pilahuín, del cantón Ambato. Hace dos años, Sandra, de 29 años, fue elegida concejala rural de esa ciudad. Dice que es un reto asumir este papel y lo cumple con orgullo.
Está convencida que como autoridad debe ser el ejemplo para sus hijos, jóvenes y niños. Por esa razón conserva la vestimenta tradicional, pero más moderno, con pequeños cambios, al igual que el idioma ancestral (kichwa).
Sandra también comparte el tiempo como ejecutiva de la primera Cooperativa Indígena de Ahorro y Crédito SAC, en la capital de Tungurahua.
En esa entidad financiera trabaja un grupo de ejecutivos que vienen de los pueblos indígenas de la localidad.
Sandra es parte del grupo de jóvenes indígenas que trabajan en empresas, cooperativas de ahorro y crédito o en instituciones públicas en Ambato (Tungurahua). Eso también ocurre en Otavalo (Imbabura).
Las mujeres visten blusas con escotes, mangas largas con bordados hechos a mano y confeccionadas con telas de encaje que son la última tendencia en la moda. Los hombres conservan la camisa con bordados y el pantalón blanco, el poncho negro, rojo o azul marino, de acuerdo con el pueblo al que pertenece.
Jenny Ainaguano, diseñadora y propietaria de una boutique en la ciudad de Ambato, dice que las adaptaciones a los trajes autóctonos impactaron en las jóvenes de los pueblos Salasaka, Chibuleo, Tomabela y Quisapincha.
Asegura que en la actualidad, las chicas indígenas se visten con modelos más modernos, pero que no perdieron la esencia de los trajes que usaban los taitas y mamas en las comunidades.
El sociólogo ambateño y presidente Nacional de la Casa de la Cultura, Fernando Cerón, explica que el proceso histórico que se inició con el levantamiento indígena de 1990 fue fundamental, porque desde ahí empezó a reivindicarse lo indígena como un elemento importante dentro de la identidad. Luego surgió el aparecimiento de un partido político y el acceso a cargos importantes en los ministerios.
Asegura que luego comenzó a despuntar el tema empresarial, con el aparecimiento de las cooperativas de ahorro y crédito. Ahí surgieron los hijos del denominado primer levantamiento, que en la actualidad tienen 30 años. “Todo este proceso permitió que los pueblos y nacionalidades indígenas tengan una presencia importante de jóvenes que con orgullo se identifican con su cultura, vestimenta y lengua”.
Gloria Pandi, de la parroquia Pilahuín, labora como ejecutiva en la Cooperativa de Ahorro Chibuleo. Viste con sus atuendos típicos en su oficina, donde es asistente de créditos.
Cuenta que los jóvenes de su comuna poco a poco se visten con los trajes típicos, como una forma de identidad.
El gerente de la Cooperativa de Ahorro y Crédito Chibuleo, Rodrigo Llambo, también vista su traje ancestral. Dice que como principal ejecutivo debe dar ejemplo. “En nuestra cooperativa trabajan 330 personas en todo el país. El 70% viene de los pueblos Otavalo, Salasaka, Chibuleo, Santa Rosa”.
En Otavalo, el uso de la vestimenta es una tendencia que tiene buena acogida en cooperativas de ahorro y crédito establecidas en la localidad. Hay entidades que han reclutado a jóvenes indígenas profesionales en el ámbito financiero, que en sus labores diarias utilizan el elegante vestuario.
Una de ellas es la Cooperativa Pilahuin Tio, que tiene su matriz en esta urbe desde hace 15 años. El gerente general, Esteban Mazabanda, explica que a más de estimar el talento que tienen estos jóvenes para las finanzas, apuntan a fortalecer su cultura e idioma.
En el caso de las empleadas indígenas de esta institución financiera, lucen el traje tradicional: anaco, blusa bordada, fachalina, walca, manillas y su cabello bien recogido por una cinta.
Los hombres, en cambio, llevan un uniforme compuesto por pantalón y camisa de color blanco, zapatos y correa negros, una chaqueta y un sombrero de paño. Este último, el pantalón y la camisa son característicos de la vestimenta del hombre otavaleño.
Para Mazabanda, eso es parte del distintivo de la entidad y ha tenido buena aceptación en la comunidad. Aunque considera que el ámbito cultural es amplio y como indígenas deben evolucionar y adaptarse al mundo global.