Los extranjeros dan alivio y motivan a luchar en Azuay

La estadounidense Susan McBride, de 67 años, (izquierda) apoya en el proyecto Mujeres con Éxito. FOTO: Xavier Caivinagua / EL COMERCIO

La estadounidense Susan McBride, de 67 años, (izquierda) apoya en el proyecto Mujeres con Éxito. FOTO: Xavier Caivinagua / EL COMERCIO

El australiano Peter Moran, de 53 años, colabora con la Fundación Peluditos, que se dedica al rescate de perros. FOTO: Xavier Caivinagua / EL COMERCIO

Siempre le conmovieron los casos de violencia de género. Susan McBride trabajó nueve años en un albergue de Estados Unidos con mujeres violentadas y con mendigos. Ahora es voluntaria en un proyecto social en la capital azuaya.

Ella y su esposo Bruce, ambos de 67 años, se radicaron en esta ciudad hace seis años, atraídos por el clima primaveral, el ritmo de vida apacible y la arquitectura.

McBride buscó varios espacios para colaborar, pero optó por Mujeres con Éxito porque era lo más cercano a su experiencia. Es un emprendimiento de la Fundación María Amor, que acoge a mujeres vulneradas y a sus hijos.

La estadounidense Susan McBride, de 67 años, (izquierda) apoya en el proyecto Mujeres con Éxito. FOTO: Xavier Caivinagua / EL COMERCIO

“Acá (Cuenca) hay madres humilladas que quieren emprender para levantarse y eso me motiva”. Eso lo consiguió con Ana G. y más de 100 personas que han pasado por este centro en este año. La estadounidense enseña los servicios de lavandería, catering y restaurante.

La mayoría de los clientes es extranjera y les contratan también para los banquetes en las reuniones de amigos, cuenta la administradora Diana Vázquez. McBride les asesora para abrir un negocio por sí solas.

Ella tiene una base de datos de más de 100 jubilados que apoyan con donaciones cuando este centro tiene alguna necesidad imprevista. Su labor social fue reconocida en mayo pasado en los premios Expat Award, impulsados por la Gobernación de Azuay y la Revista Cuenca Expat.

En el sitio web de esta revista se convocó a las nominaciones de las experiencias humanitarias en Azuay. Postularon 229 voluntarios de 13 países, entre ellos ciudadanos de Canadá, Estados Unidos, Australia, Austria, Alemania, Reino Unido, Sudáfrica y Holanda.

Ellos colaboran en las áreas médica, comunitaria, artística, educativa y social. Doris Wagner, por ejemplo, cuida a adultos mayores en el Hogar Miguel León. Tom Coker dirige un coro infantil y Hogg Lochow es promotor de mingas.

Rick Smith es voluntaria en un orfanato y Bob Higgins administra un comedor social. Ellos aportan con tiempo y recursos. También son el nexo para conseguir donaciones mediante publicaciones en sus redes sociales. Sus compatriotas radicados en Ecuador o quienes viven en sus países de origen les entregan recursos.

De esa forma, el australiano, Peter Moran consiguió USD 500 para la Fundación Peluditos, que se dedica al rescate de perros en condiciones de abandono. “Teníamos tantos animalitos que escaseó el alimento y no había dinero”.

Sus amigos en Australia hicieron las transferencias a Moran, quien impulsaba un proyecto de seguro dental para personas de escasos recursos de la zona rural en su país.

Él ha visitado Ecuador ocho veces por turismo y hace un año se radicó en Cuenca. Le conmueven los perritos enfermos y viviendo en la calle. Como parte de su apoyo, él visita el albergue ubicado en el sur de la ciudad.

También asiste a las campañas periódicas que realiza esa fundación para vender accesorios, ropa, cepillos y otros artículos con la intención de recolectar comida. Mañana participará en la campaña de adopción de 30 cachorros.

Para Edward Lindquinst, propietario de la revista Cuenca Expat, este trabajo confirma que los extranjeros no solo generan ingresos económicos al país, sino que también colaboran en las organizaciones benéficas de la capital azuaya.

De acuerdo con datos de Cuenca Expat, en Azuay existen más de 229 voluntarios extranjeros, de quienes se benefician de forma directa o indirecta más de 10 000 personas.

No hay cifras oficiales, pero esta revista calculó que en el país viven 20 000 jubilados de habla inglesa, de los cuales 2 000 son voluntarios. La mayoría laboraba en empresas, hospitales, dependencias públicas o tenían sus negocios.

Lindquinst recolectó estos datos a través de publicaciones en su revista, que tiene tres años y está dirigida a la colonia de extranjeros de habla inglesa, que viven en Ecuador.

Para el gobernador de Azuay, Xavier Enderica, el aporte de los extranjeros es valioso, porque ayuda a salvar vidas, alivia el sufrimiento y motiva a las personas a luchar.

Los extranjeros tienen experiencia en la labor social en sus países de origen. Así, por ejemplo, antes de llegar a Ecuador, el canadiense Garry Vatcher, de 68 años, laboró en proyectos sociales para jóvenes con problemas de drogadicción.

Ahora Vatcher cuida a pacientes con VIH-sida rechazados por sus familias o enfermos abandonados. Una de ellas es María N., de Santo Domingo de los Tsáchilas, quien fue abandonada por su familia al enterarse que tenía el virus.

“Es triste su vida y luchamos cada día para que su familia la acogiera. Este fin de semana iremos en busca de sus hijos”, cuenta Vatcher. Hace cinco años -con otros cinco extranjeros- rentaron una casa en el Centro Histórico para asistir en hospedaje, alimentación y control de la medicación.

Lo financian con donaciones y sus recursos. Ellos acompañan a los pacientes a las citas médicas y vigilan sus tratamientos. Su labor es conocida en los hospitales públicos y cuando se presentan estos casos les comunican.

Suplementos digitales