Las ferias de agroproductores azuayos se reactivan y se adaptan a las exigencias sanitarias. El dinamismo es evidente en las más de 15 ferias semanales que se realizan en Cuenca.
La mayor concentración de productores y consumidores se registra los fines de semana en las ferias de AgroAzuay, Cadecen, Gapal y El Vergel. Estas reúnen a 8 000 familias de pequeños agricultores y ganaderos de los 15 cantones azuayos.
Si bien no hay distanciamiento físico entre los puestos, todos usan mascarillas, alcohol para la desinfección de manos y, en algunos casos, de prendas de bioseguridad.
Las ferias de la avenida Max Uhle y Ciudadela Kennedy son las más grandes y funcionan los fines de semana. Son impulsadas por la Empresa Pública AgroAzuay, de la Prefectura, y reúne a más de 400 agroproductores y emprendedores.
El 80% pertenece a asociaciones que tienen entre 10 y 30 socios, por lo que estas dos ferias benefician a 5 000 familias, explica Román Carabajo, gerente de AgroAzuay.
En los ingresos a estas ferias hay cabinas de desinfección automatizadas para personas, con el uso de amonio cuaternario. Además, un funcionario de la Prefectura toma la temperatura y pone alcohol en las manos de quienes ingresan.
Los puestos están unidos y algunos alimentos -panes, carnes, frutas y quesos- están protegidos con plásticos. Martha Chumbay siempre lleva puestos un gorro quirúrgico y guantes, y la acompaña otra persona que le ayuda a cobrar, así ella no manipula el dinero.
Chumbay pertenece a la Asociación Apoyando al Desarrollo, integrada por 16 mujeres que cultivan granos, hortalizas y verduras orgánicas, en la parroquia Zhidmad, en el cantón Gualaceo.
También, crían y venden la carne de patos, gallinas y cuyes. “Durante los confinamientos en esta pandemia tuvieron pérdidas importantes, porque no sacaron a vender todas las cosechas”, cuenta Chumbay.
Carabajo indica que antes de reabrir las ferias realizaron talleres sobre los protocolos y medidas de bioseguridad con los productores. Les enseñaron sobre el uso correcto de la mascarilla, atención al cliente, distanciamiento, manipulación de alimentos y cuidados biosanitarios.
Realizan, de forma periódica, pruebas rápidas de covid-19 a los vendedores; también, cuando tienen alguna sospecha de contagio. “Ya depende de cada uno aplicar lo que aprendimos para cuidar nuestra salud, proteger a los clientes y generar confianza”, dice la vendedora Sonia Jara.
Ella pertenece a la Asociación de Productores La Nube, de la parroquia San Vicente, en el cantón El Pan. Jara ha notado que desde el mes pasado, tras salir del último confinamiento, hay una mayor afluencia de clientes en la feria de la avenida Max Uhle.
Según ella, la mayor asistencia se da porque los compradores notan que se aplican los protocolos de bioseguridad y eso genera confianza. Antes vendían 100 libras de mora por semana, ahora venden 300.
Jara es la encargada de vender mora, fresas, pepinillo, pimiento y las hortalizas que producen las 16 socias. “Cuatro personas traemos las cosechas del resto de compañeras a las dos ferias. El objetivo es no exponer al resto”.
Desde hace tres años, la cuencana Cristina Álvarez compraba los alimentos en la feria de la Max Uhle, porque considera que los productos son más baratos. Pero con la pandemia y para evitar las aglomeraciones lo hacía en una frutería cercana a su casa.
Hace un mes Álvarez regresó a la feria y comenta: “veo que la mayoría de los vendedores sí aplica las medidas sanitarias en la manipulación de los alimentos. Eso es bueno para todos nosotros”.
Carabajo sostiene que entre los agroproductores había la necesidad de reactivarse por su situación económica. “Es la única forma de no perder las cosechas, salir de las deudas y mantener a sus familias y lo hacen con responsabilidad”.
Los agroemprendedores sienten que hay reactivación, porque también venden sus cosechas a los restaurantes, bares, hoteles y otros negocios. Por ejemplo, Jara entrega a AgroAzuay, que tiene un centro de acopio para las cosechas de los agricultores.
Al reactivarse las ventas, hace un mes, y para seguir apoyando a los agroproductores, trabajan en la provisión de alimentos para las empresas privadas e instituciones públicas que tienen proyectos.
Según Carabajo, tienen convenios con 12 instituciones, como los gobiernos parroquiales de Santa Ana y de El Valle. También tienen contratos con 30 restaurantes y hoteles.