La comunidad Shiñapamba, en el sur de Azuay, tiene 72 habitantes. Foto: Lineida Castillo / EL COMERCIO
Los conciertos artísticos realizados en las comunas de Tambopamba y Shiñapamba pusieron en debate la autonomía de los pueblos indígenas frente al control estatal, en una época complicada por la pandemia del covid-19.
La fiesta en Tambopamba (Saraguro) se realizó el 14 de febrero por el Día del Amor y la Amistad. En cambio, en Shiñapamba, cantón azuayo de Nabón, fue el 20 de febrero por la despedida del Carnaval.
Ambos son poblados pequeños, que no superan los 150 habitantes cada uno. En los conciertos se reunieron más de 600 asistentes, aglomerados en canchas deportivas de 600 m2.
Sus organizadores no pidieron permiso a los COE cantonales, sino a los cabildos argumentando que son la máxima autoridad que administran las zonas indígenas. La Constitución establece que el Gobierno central comparte el poder con el gobierno de las nacionalidades. Además, permite, promueve y apoya que los cabildos decidan el destino de su comunidad.
Para el alcalde de Nabón, Patricio Maldonado, en un momento especial como la pandemia hay decisiones del COE nacional y cantonal que deben ser acogidas por todos, para no poner en riesgo la salud de los habitantes.
La comisaria de Saraguro, Karen Silva, llegó al concierto la misma noche y reconoció que la suspensión del evento se dificultó porque los indígenas se amparan en la autonomía y por la cantidad de asistentes.
Para el docente universitario, Polivio Chalán, habría que analizar en qué condiciones se autorizaron los eventos, si los organizadores actuaron mal y se desencadenó la propagación del virus. “En ese caso se podría aplicar la justicia indígena”.
Los eventos se promocionaron a través de las redes sociales. Hubo tarimas, artistas y en los vídeos difundidos se observó que no hubo distanciamiento social y personas sin mascarilla. Otros estuvieron abrazados, bailando, bebiendo y lanzando espuma carnavalera.
Según las cifras del Ministerio de Salud Pública, entre el 18 de febrero y el martes pasado se registraron nueve casos en Saraguro y tres en Nabón. Este último está entre los cinco cantones azuayos con menos de 100 casos, desde que se inició la pandemia.
Y aunque el aumento de casos en ambas localidades no es significativo, en las provincias si hay un incremento. En esos 12 días, Azuay pasó de 16 819 a 17 422 casos, y Loja de 9 790 a 10 357. Las capitales provinciales concentran el mayor número de contagios con 13 796 (Cuenca ) y 7 678 hubo en Loja, hasta el pasado martes.
Chalán explicó que las comunas indígenas han regresado a sus actividades normales –hasta de mingas- porque muchos ya se contagiaron y se recuperaron en sus casas.
Vicente Vacacela, expresidente del Cabildo de Lagunas (Saraguro) contó que en febrero se realizaron otros conciertos donde tampoco hubo control “He visto fiestas con multitudes en Chinaña, Yantzaza y otros sitios, con el doble de asistentes”.
En el feriado de Carnaval, Loja registró 133 alertas por aglomeraciones y Azuay 230. También, hubo 43 fiestas clandestinas con tumultos. En ambas provincias, los mayores problemas ocurrieron en las cabeceras cantonales.
Vacacela dijo que “los pueblos indígenas tenemos autonomía, pero hay que ser sensatos en temas delicados como la salud de la población”. Él recordó que en su administración –que concluyó a finales del año pasado- hubo jóvenes que quisieron organizar fiestas, sin embargo, no las autorizó.
Además, consideró que actualmente se viven épocas diferentes donde es necesario trabajar de forma planificada y coordinada para proteger a los habitantes y contener la propagación del virus. “Los cabildos tenemos reglamentos y debemos acatar. Hay que dar ejemplo”.