Al desembarcar en el muelle de Puerto Ayora, luego de un viaje turbulento en lancha de tres horas desde San Cristóbal, la imagen de postal paradisíaca, penosamente, se desvanece. El incesante parqueo y salida de taxis (camionetas blancas de doble cabina) y motocicletas es perturbador. Se confunde con el ruido de los motores de las lanchas pequeñas que navegan por la bahía, de cristalinas aguas turquesas.
Otra nave de mediano calado está anclada en el puerto: tres estibadores retiran decenas de fundas plásticas negras llenas de piezas de tubería y las colocan en un camión. El material, según cuenta el conductor del vehículo, es para una ferretería local.
Luego de acomodar el equipaje en la parte posterior del taxi, el conductor se dirige al hotel, que queda a cinco minutos del embarcadero, y de allí al barrio La Cascada, hacia el norte. Andrés Cáceres, de 55 años, se queja de la competencia endiablada entre las cooperativas de transporte y de la falta de servicios.
Mientras el automóvil avanza, el rostro de Puerto Ayora se transforma. Aparecen centenares de viviendas de bloque y cemento, de uno a tres pisos. “Estamos en La Cascada”, dice el conductor, oriundo de Loja.
Es el rostro oculto de Galápagos, un rostro extraño, hostil al entorno de las islas, idéntico al de un barrio marginal de Quito o cualquier ciudad del Ecuador.
“Con mi hermano llegamos de Ibarra hace dos años para trabajar como albañiles. Nos pagan hasta USD 25 dólares, dependiendo de la obra”, cuenta Pedro N., mientras hace una pausa en su jornada laboral, que empieza a las 07:00.
Este barrio empezó a edificarse en el 2000, fomentado por un plan municipal. A lo largo de estrechas vías, muchas sin veredas, buena parte de las viviendas se ven sin terminar, las paredes sin pintura ni enlucidas, con varillas vistas, cubiertas por la maleza, las ventanas no tienen cristales…
Entre el 2009 y el 2010, la construcción de casas se duplicó en Santa Cruz. Pasó de 1 871 inmuebles terminados a 3 783, según datos del Municipio y el último censo nacional.
La construcción es uno de los sectores más dinámicos de la economía insular. Según el último Informe Galápagos, de la Fundación Charles Darwin, 21 empresarios de la construcción movilizaron USD 2,6 millones, el 2009. En ese período fueron contratados 162 obreros, plomeros, carpinteros, electricistas. Solo tres personas movieron USD 2,1 millones. Sus ganancias oscilaron entre el 10 y 15%.
La construcción -agrega el estudio, basado en entrevistas a 125 dueños de viviendas, trabajadores y empresarios- emplea a obreros que a menudo están en situación ilegal. Más del 50% de los contratistas no les exige papeles. La mayoría de obreros son inmigrantes de la Sierra, especialmente de Tungurahua y Chimborazo.
Si bien en Santa Cruz existen dos áreas claramente definidas (el Parque Nacional, con zonas protegidas, y el espacio poblado), estas muestran una diferencia enorme entre sí. La construcción de viviendas refleja que no se han desarrollado alternativas para evitar que este proceso derive en una agresión al entorno natural, concluye el informe .
Ante el déficit habitacional, que es del 50%, el Cabildo entregó los últimos años 1 140 nuevos lotes a residentes permanentes, distribuidos en 70 hectáreas, en la urbanización El Mirador.
Aunque los propietarios de 10 lotes ya están construyendo sus casas, siguiendo el mismo patrón arquitectónico informal, Alexandra Cedeño, directora de Planificación y Construcciones del Cabildo, sostiene que en este complejo se piensa impulsar la construcción de viviendas ecológicas. “Queremos crear un nuevo modelo de vivienda, con energías renovables, limpias, con el apoyo de varios ministerios, para la dotación de agua y alcantarillado”.
El Gobierno está preocupado por la construcción informal de hoteles y viviendas en Galápagos, sostiene Patricia Herrman, asesora de asuntos insulares del Ministerio Coordinador de Patrimonio. “Hemos mantenido reuniones con ministerios y municipios y hemos acordado que no se autorice ninguna construcción, si antes no se cuenta con servicios básicos, y se fija un modelo de vivienda ecológica”.
Pero el crecimiento clandestino de construcciones sigue. En agosto pasado, las autoridades del Parque detuvieron a obreros que edificaban un hotel en Punta Estrada, pese a que no tenía licencia ambiental. La obra, calificada por el Cabildo, se reanudó pese a que un juez había dispuesto sus suspensión en marzo.
Para Óscar Aguirre, director ejecutivo de la Cámara de Turismo de Galápagos, este caso evidencia el doble discurso de las autoridades, especialmente de la Alcaldía, que autorizó la edificación que por sus dimensiones evidentemente no era para una vivienda. “Están alineados en el discurso pero no son consecuentes con lo que proclaman, son los primeros en generar el desorden”.
Lo cierto es que en la isla Santa Cruz ya no hay más espacio para la construcción de viviendas y hoteles. “Ahora solo podremos crecer verticalmente y eso también tiene límites”, sostiene Cedeño.
Las alternativas
En Puerto Ayora, la construcción es una manifestación cultural de sus habitantes, en su mayoría inmigrantes del Ecuador continental, que reproducen los modelos de sus lugares de procedencia.
El informe Galápagos recomienda que en El Mirador se aplique el nuevo modelo de vivienda ecológica, acorde con el entorno de las islas.
También sugiere obligar a los trabajadores a agremiarse para controlar la oferta de mano de obra local. Además, crear la Cámara de la Construcción para regular el mercado.
La vivienda ecológica emplea materiales locales y aprovecha los recursos del territorio, no contamina con aguas servidas. Usa energía solar, no combustibles fósiles contaminantes.
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