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Luis Pilco es el último de tornero del barrio Santa Rosa, en Riobamba

Luis Pilco es el último tornero de Santa Rosa, en Riobamba. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Luis Pilco es el último tornero de Santa Rosa, en Riobamba. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Pilco cuenta que hace 20 años el barrio estaba lleno de hojalateros, carpinteros, costureras y otros artesanos. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

El taller de Luis Pilco luce como una juguetería antigua. Trompos, muñecos y una variedad de miniaturas toman forma en su torno. Él tiene 76 años y es el último tornero con vida en el barrio Santa Rosa, situado al este de Riobamba.

Ese sector es popular por la tradición artesanal. Pilco cuenta que hace 20 años el barrio estaba lleno de hojalateros, carpinteros, costureras y otros artesanos, pero empezaron a cerrar cerca del 2004, cuando llegaron a Riobamba decenas de almacenes con mercaderías asiáticas que ofrecían zapatos, ropa y juguetes a menor costo.

“No se podía competir con ellos. Tenían todo tipo de ofertas, incluso vendían ropa a USD 2 o 3, así que todos empezaron a quebrar”, recuerda Pilco.

Sin embargo, él mantuvo abierto el pequeño taller que siempre funcionó en el mismo sitio, junto a la central del Cuerpo de Bomberos de Riobamba. Además de los juguetes, ofrece todo tipo de accesorios de madera hechos en el torno como barandales para balcones.

El público que compra sus creaciones es limitado, y los ingresos que obtiene apenas alcanzan para costear los gastos de arriendo y materias primas, pero cerrar el taller no está en sus planes. “Trabajaré hasta que tenga fuerzas. Sé, que cuando deje de existir esta tradición morirá porque no pude heredarle a nadie este oficio”, afirma.

El producto estrella de su taller son los trompos. Antaño los fabricaba por cientos y los niños siempre querían uno nuevo, pero esa tradición también está cerca de extinguirse debido a que ya no quedan muchos aficionados a ese juego popular.

Pilco ahora manufactura trompos en miniatura que coloca en llaveros y se venden como ‘souvenirs’ a los turistas y visitantes. Las piezas de su taller cuestan entre USD 2 y 10.