El Banco Mundial, Unicef y Unesco hicieron un llamado a los gobiernos de América Latina y el Caribe para recuperar el aprendizaje educativo, afectado por la pandemia del covid-19.
La región afronta la peor crisis educativa de la historia por el cierre de planteles, que afectó a 170 millones de niños, niñas y adolescentes. La mayoría de instituciones ya reabrió, pero la crisis sigue.
Para Emanuela Di Gropello, del Banco Mundial, hay cuatro problemas graves: pérdida significativa del aprendizaje, abandono escolar, crisis socioemocional y falta de capacitación para los docentes.
En Ecuador hay una pérdida de aprendizaje de 1,8 años. En matemáticas y lengua, el rendimiento de los alumnos está por debajo de los niveles mínimos aceptables.
Esto significa que no pueden leer, entender textos ni realizar operaciones simples. En 2020, el Ministerio de Educación identificó que 90 000 niños abandonaron sus estudios y en la actualidad, se calcula que superan los 200 000.
En el evento ‘Mi educación, nuestro futuro’, realizado por organismos internacionales, varios jefes de Estado, entre ellos el de Ecuador, Guillermo Lasso, se comprometieron en apoyar a este sector prioritario.
Di Gropello recomienda que el tema sea parte de la agenda pública de manera continua, y que se aumente el presupuesto del Estado para invertir en las grandes necesidades identificadas.
Para 2022, el presupuesto del Ministerio de Educación es USD 2 812 millones. De ellos, USD 574,4 millones son para el arreglo de infraestructuras, equipos y programas de asistencia.
Se requiere la recuperación del aprendizaje
La pérdida de aprendizaje afectó a una generación entera. Para Carlos Jaramillo, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina, si los gobiernos no actúan ahora estas personas serán menos productivas en el futuro.
La pedagoga Marcela Gutiérrez dice que existen varias formas para recuperar el aprendizaje, pero que se debe partir de evaluaciones sumativas (nivel de aprendizaje por tema) y formativas. Y con eso, producir en el aula estrategias de nivelación.
Al Ministerio le sugiere implementar un plan de recuperación a corto y mediano plazos para todo el sistema educativo, en matemáticas y lectura, principalmente, porque son estratégicas para el desarrollo del pensamiento lógico y crítico.
Los programas de recuperación deben ser a gran escala, de lo contrario no se obtendrán los resultados esperados. Y se deben usar técnicas de enseñanzas dinámicas que motiven y atraigan, dice Gutiérrez. No hay necesidad de reformar los currículos.
Para el ciclo Costa-Galápagos, que inició clases en mayo pasado, el Ministerio ordenó dos semanas de diagnóstico y cuatro de recuperación, que concluyeron la semana anterior.
Marielena Romero manifestó que el diagnóstico lo hicieron ‘al ojo’, solo con preguntas al estudiante y no en hojas. Ella enseña en tercero de básica, tiene niños que ni siquiera saben reconocer los números y por eso le tocó retomar los temas de primero y segundo de básica.
Otras recomendaciones para el aprendizaje son las tutorías individuales o de grupos.
Reintegración escolar, uno de los objetivos
Reintegrar a todos los niños, niñas y adolescentes que dejaron la escuela y asegurar que permanezcan en ella es otro de los retos que tiene el Ministerio de Educación.
Con el cierre de escuelas, miles de alumnos se desconectaron de las clases por falta de herramientas tecnológicas y problemas económicos. El trabajo infantil creció, principalmente en la agricultura y comercio informal.
Según un estudio de la organización World Vision, en 2020 más de 420 000 menores empezaron a trabajar en el país. Un año antes eran 375 342, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) y las cifras suben.
Juan Pablo Viñansaca, docente de la Universidad Católica de Cuenca, sugiere que los ministerios de Educación y de Inclusión Económica y Social trabajen con brigadas, en la búsqueda de los chicos en las direcciones registradas en las matrículas.
A ellos y sus familias hay que incluirlos en programas de recuperación educativa enfocados en sus habilidades. Y, según la situación socioeconómica, que se beneficien de algún programa de asistencia social, para bajar la presión económica.
Sugiere, además, que el Gobierno cree un programa especial orientado a ofrecer ayudas a niños de bajos recursos económicos y planes de becas: y los docentes deben activar las alertas para prevenir más deserción.
El Ministerio de Educación ha desarrollado una campaña en los territorios identificados de mayor deserción. Ha llegado con visitas domiciliarias y la entrega de guías pedagógicas adaptadas a sus necesidades educativas.
Asegurar el bienestar emocional
La crisis sanitaria también trajo consecuencias negativas para la salud mental de los niños, niñas y adolescentes. De acuerdo con una encuesta de Unicef, en Ecuador cuatro de cada 10 adolescentes afirman haberse sentido angustiados.
Las razones son múltiples: alteración de las rutinas, cierre de las escuelas, encierro, bajo nivel de aprendizaje, desmotivación, preocupación por la salud y la falta de ingresos familiares, violencia intrafamiliar, entre otros.
Muchos menores han sentido miedo, dolor, depresión, trastornos alimentarios y preocupación por el futuro. Esto tendrá efectos en los niveles de productividad y en el futuro laboral de los estudiantes, dice el estudio.
Para la psicóloga educativa Estefanía Mora, los ministerios de Educación y de Salud deben crear programas de salud mental en todo el sistema educativo, en prevención, promoción y cuidado.
Los planteles deben tener departamentos de Consejería Estudiantil (DECE) para evaluar el estado emocional de los alumnos. Y sobre los resultados, ejecutar programas de intervención.
Actualmente, son pocos los planteles públicos que tienen DECE. En estos casos, los estudiantes con problemas emocionales son remitidos a evaluaciones a los psicólogos distritales de Educación o derivados al Ministerio de Salud para la atención.
Los docentes deben estar preparados para identificar cambios de comportamiento, bajo rendimiento y desmotivación, que impiden al niño aprender y jugar. Con eso, dar las alertas para que el estudiante reciba la atención.
Se recomienda fomentar más el juego para promover la interacción e inclusión de todos.
Formar, apoyar y valorar a los docentes
Los docentes también necesitan tiempo para aprender, no solo para enseñar. Las clases virtuales pusieron en evidencia que muchos no dominan programas digitales y tuvieron que buscar alternativas para llegar a sus alumnos.
En Ecuador, 203 595 docentes están registrados en los datos abiertos del Ministerio de Educación. De ellos, 144 625 corresponden al sistema público, en donde se acentúan los diversos problemas de aprendizaje.
Para Emanuela Di Gropello, del Banco Mundial, es necesario que el Ministerio y las universidades abran programas de capacitación permanentes. El objetivo es que el docente esté actualizado y formado en los procesos de recuperación educativa.
Estos deben ser sobre métodos y estrategias de aprendizaje, herramientas tecnológicas, adaptación, interpretación de resultados de evaluaciones, desempeño y asistencia emocional, entre otras temáticas.
Según Rubén Lema, docente del Colegio Antonio Ávila, del Ministerio, han recibido capacitación sobre plataformas digitales pero del resto casi nada. “Estamos abiertos y receptivos a cambios para mejorar la educación”.
Para Lema, los talleres sobre nivelación son necesarios para recuperar el aprendizaje que está muy afectado. “Estos procesos deben convocarse por niveles educativos, no de forma general, para que sean más efectivos”.
Di Gropello dice que los maestros también han sufrido por el cierre de escuelas y cambios de modalidades, por lo que a ellos también hay que darles asistencia en salud mental, para que superen los problemas, se motiven y apoyen a sus alumnos.