Dos o tres presuntos ‘historiadores’ porteños han lanzado una campaña para descalificar la dimensión histórica del 10 de Agosto de 1809.
Con esto, para algunos el debate sobre el Bicentenario se ha centrado en el intento de rebatir afirmaciones tan descabelladas que no merecen siquiera respuesta. Los que somos del oficio no vamos a dedicar esfuerzos a una disputa menos que pueblerina. Pero como ya tenemos a menos de dos meses la fecha aniversaria, vale quizá proponer algunas reflexiones al respecto.
Para quien tiene un mínimo de conocimiento profesional historiográfico, la Independencia debe ser vista como un proceso, no como una sucesión de hechos.
Solo así se aprecia una continuidad entre las ‘patrias bobas’ y las grandes acciones militares de los años veinte. Solo así se entiende cómo, de las declaraciones de lealtad a Fernando VII, surgidas a veces de la convicción y otras de la conveniencia, se llegó a la ruptura total, a la ‘guerra a muerte’. Los grandes procesos históricos rebasan constantemente sus propios horizontes. Por ello es absurdo tratar de ver si un hecho histórico fue “más independencia” que otro. Solo personas de escasa o ninguna formación profesional como historiadores pueden poner en oposición el 10 de Agosto de 1809 con el 9 de Octubre de 1820, afirmando que el primero no fue independencia y el otro sí. En realidad, ambos son parte de un mismo proceso libertario, que fue madurando desde sus inicios con la Revolución de Quito, hasta que con la proclamación de Independencia de Guayaquil se inició la fase final, que culminó con la batalla del Pichincha y el fin del coloniaje en nuestras tierras. Nuestra independencia fue un solo proceso en que participaron los pueblos de lo que hoy es Ecuador en relación bastante estrecha y dentro del marco global sudamericano.
Más allá de las interpretaciones reduccionistas motivadas por el sectarismo o la ignorancia, es muy importante constatar que, en su tiempo, los patriotas que fueron actores de los hechos no vieron sus esfuerzos libertarios como aislados o contrapuestos. Los protagonistas del movimiento de 1809 en Quito pusieron como prioridad inicial buscar apoyo de otras regiones de la Audiencia como Cuenca y Guayaquil. Apenas instalado el Gobierno de Guayaquil en 1820, se empeñó en liberar a Quito. Y luego de intentos fallidos lo logró con la participación de las fuerzas enviadas por Colombia con Sucre a la cabeza. Nuestros patriotas tuvieron visiones amplias. Vieron la Independencia como una lucha global que requería el esfuerzo de varios pueblos y sectores sociales. Fueron solidarios y pensaron no solo en sus localidades, sino en el país que estaban formando. Desecharon el parroquianismo y dieron un ejemplo de unidad que debemos seguir.