Redacción Guayaquil
El pasado 6 de noviembre el administrador del Hospital Luis Vernaza, José Estrada, envió un oficio a Óscar Armijos, gerente de la Unidad Eléctrica Guayaquil. Allí le pidió evitar que los racionamientos afecten a esa casa de salud.
Hay un argumento para ello. Durante esa semana, una parte del hospital se quedó sin luz. “La falla de energía inesperada ocasionó que el cronograma de cirugías no se cumpla, con el agravante de poner en riesgo la vida del paciente…”, dice el comunicado.
Un pedido al Ministerio
La Subsecretaría de Salud del Guayas pidió que se mantenga el abastecimiento de energía en hospitales, centros públicos y privados que dispongan de unidades de cuidados intensivos.
El Ministerio de Electricidad pidió que las distribuidoras garanticen el servicio a las unidades del sistema de salud. Se incluye al Instituto de Higiene, Banco de Sangre, Solca, hospitales de la Junta de Beneficencia…Para Werner Moeller, director del hospital que regenta la Junta de Beneficencia, este hecho no se puede repetir, pues pueden afectarse vidas humanas. Argumentos son varios: reciben 30 000 pacientes al mes, de los cuales 5 000 son por emergencias. Disponen de 980 camas y 24 quirófanos.
Esta unidad de salud no dispone de un generador que supla el suministro normal. De suspenderse el servicio normal, la atención del hospital se paralizaría.
La situación afecta a otros establecimientos de salud. En el consultorio Vital Dent, ubicado en Urdesa Central, no se escuchaba el chirrido de la turbina, que frecuentemente causa el temor de los pacientes. A las 09:00 del último martes, los sillones odontológicos estaban sin ocupar. Las citas para ese día sumaban cuatro. Antes de los cortes eran15.
Los apagones incidieron en el horario de atención, obligaron a reducir los turnos. Antes, el consultorio atendía de 08:00 a 20:00. Ahora, depende de los horarios de racionamiento establecidos para el norte de Guayaquil.
En las unidades de salud ubicadas en el sur, el cronograma de cortes de energía es distinto, pero los inconvenientes son similares. Rosa Pulla (68) debe caminar lentamente por los oscuros pasillos del área de Rehabilitación del dispensario 31 del IESS. No quiere tropezarse y agravar su salud.
Desde hace un año, tras una caída, inició un proceso de rehabilitación que le obliga a ir diariamente allí. El martes, la sesión con los electrodos se vio interrumpida. Desilusionada y molesta, dejó el dispensario, a la espera de que le reprogramen su terapia.
El dispensario atiende de 07:00 a 20:00. Por la mañana, las consultas no se alteran del todo. Al no utilizar las computadoras, volvieron al sistema de carpetas para llenar la información clínica. En la tarde y noche no queda otra opción que utilizar velas. Son cerca de 500 personas que llegan, a diario, a este dispensario.
Pero los inconvenientes mayores son en el laboratorio. “Los procesos quedan paralizados y los insumos que requieren de refrigeración, como vacunas, insulinas y otros fármacos, se ven afectados”, dice Rosa Parada, su directora.
El hospital León Becerra, también al sur, esta semana sufrió un corte del servicio por varias horas. La planta generadora que funcionó solo cubrió al 40% de la infraestructura, con riesgo a afectar los quirófanos, terapia intensiva y el uso permanente de equipos.
El viernes pasado, Jackeline Mendieta ‘mataba el tiempo’ archivando las carpetas de ocho pacientes de la Clínica Pediátrica, ubicada en el sector de Urdesa.
Antes de la crisis energética, se atendía a 20 niños, en promedio, por día. Esta semana, los consultorios estuvieron casi vacíos y, mientras duren los apagones, se han visto obligados a suspender el área de hospitalización, para evitar problemas e imprevistos.