Un diagnóstico hundió a Guayaquil en la desesperación hace un año

Stalyn Cevallos, dirigente del Guasmo, trasladó féretros en su camioneta. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

Stalyn Cevallos, dirigente del Guasmo, trasladó féretros en su camioneta. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

Así luce la Cooperativa Casitas del Guasmo, una de las zonas afectadas con contagiados y féretros por la pandemia. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO

Tres factores pudieron jugar en contra de Guayaquil al inicio de la pandemia: es una ciudad multitudinaria, muy comercial y donde pesa la “sociabilidad del cuerpo”.

“Siempre buscamos estar juntos, en las calles, en los bingos, el festejo, el partido de fútbol… -describe el sociólogo Carlos Tutivén-. Guayaquil no es Suiza o alguna de esas localidades más individualistas, apáticas. Siempre hay una excusa para la reunión”.

Y así fue en los últimos días de febrero del 2020. El país vivió un masivo feriado de Carnaval y en la cooperativa Casitas del Guasmo, una de las zonas más afectadas, había piscinas y fiesta en las calles. El sábado 29, un diagnóstico cambió esa normalidad.

El Ministerio de Salud Pública (MSP) confirmó en esa fecha el primer caso de covid-19 en Ecuador. La paciente de 71 años, procedente de España, fue trasladada al Hospital Guasmo Sur, el centro centinela del Gobierno para la emergencia. Fue allí donde ella y luego decenas murieron.

“Hubo miedo -cuenta Stalyn Cevallos, dirigente de Casitas del Guasmo-. La gente pensó que se contagiaría porque el hospital está cerca. Y así pasó, pero pudo ser por otra causa”.

Stalyn Cevallos, dirigente del Guasmo, trasladó féretros en su camioneta. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

La primera alerta de caso altamente sospechoso se encendió en el Hospital Alcívar, clínica que atendió inicialmente a la paciente cero. Su director general, Raúl Alcívar, recuerda que por cinco días insistieron a las autoridades para enviar las muestras a Estados Unidos.

“Nos sentimos abandonados. Al principio no hubo presencia del Gobierno y se perdieron días valiosos en los que se pudo hacer un cerco epidemiológico más oportuno”.

Poco después los reportes del MSP comenzaron a crecer, exponencialmente, y Guayaquil era el epicentro. El 12 de marzo -cuando se ordenó el confinamiento y falleció la paciente índice- ya había 59 casos en Guayas. Al término de ese mes eran 1 116 solo en su capital y al 23 de abril sumaba 5 565.

El abrupto pico de diagnósticos bajó de forma súbita casi al finalizar abril y se mantuvo a la baja hasta septiembre. En Quito, en cambio, subió desde junio, mientras que el Puerto Principal ha sorteado ligeros repuntes por la indisciplina ciudadana y rápidos descensos. Hoy, a un año de la pandemia, acumula 24 207 casos.

Pero para el epidemiólogo Jhony Real los informes oficiales no muestran todo el panorama. Está la sombra del subregistro y el difícil acceso a datos para analizar, por ejemplo, cómo comenzó la pandemia.

“Tuvimos el primer caso confirmado, pero eso no deja de lado la posibilidad de que antes hayan llegado otros casos, en diciembre o enero. Era una época de alta movilidad por las vacaciones”. Se suman otros escenarios que ahondaron el caos: el Carnaval, graduaciones, bodas y el partido de Barcelona por la Copa Libertadores, el 4 de marzo.

El gobernador de ese entonces, Pedro Pablo Duart, anunció la autorización del partido pesa a la restricción, asegurando que “el virus más peligroso es el miedo”. El Monumental no se llenó pero recibió 19 800 aficionados. “Para Guayaquil eso fue explosivo”, dice Real.

Parte de la barra era de Casitas del Guasmo. Cevallos, el dirigente de la cooperativa, recuerda que un grupo de jóvenes fue al estadio y unos siete días después -tiempo que coincide con la incubación del virus- comenzó la pesadilla.

En su camioneta trasladó los cadáveres que nadie quería llevar a los cementerios. Y así se enfermó. “Toda mi familia cayó. Mi mamá tiene 85 años y no podía respirar. Pero nos salvamos en casa; casi todos los que iban al hospital morían”.

El Guasmo, dice Cevallos, tiene una población similar a la de la provincia del Azuay (más de 800 000 personas). Es un sector densamente poblado, aún con condiciones de hacinamiento y que en su mayoría vive del trabajo informal.

Esas son las características de algunas de las zonas guayaquileñas más golpeadas por el SARS-CoV-2, como el Suburbio, donde una de sus calzadas aún conserva una cruz teñida que evoca a los que ya no están.

En Guayas han muerto 3 785 personas por covid-19, según el MSP. Pero entre marzo y abril el Registro Civil contabilizó 13 400 muertes sobre lo normal.

El frágil sistema hospitalario y la alta transmisibilidad son las causas que expone el epidemiólogo Real para ajustarse a las cifras. La velocidad de contagio en el pico era de 3 -cada infectado, contagiaba a tres más-. Ahora ese valor bajó a 1.

Saber cuántos se infectaron y crearon algún tipo de inmunidad también es incierto. Solo un estudio de la Universidad Espíritu Santo da una aproximación al revelar que el 47% de 500 evaluados en el área de influencia de Guayaquil tuvo contacto con el virus.

Ahora todo apunta a la vacunación ofrecida por el Municipio, pero desde otros sectores se profundiza en por qué Guayaquil sufrió tanto. Una publicación de la Plataforma por el derecho a la salud, de Patricia Sánchez y Giannina Zamora, concluye que la densidad poblacional, la informalidad -laboral y por asentamientos precarios-, y los sistemas de movilidad son factores que incidieron en la propagación.

Esas variables están graficadas en impactantes mapas. Los reportes de fallecidos en calles y casas -que detonaron el 20 de marzo- están representados por puntos rojos que copan zonas de origen informal como Suburbio, Guasmo, Mapasingue, Bastión y Pascuales.

“La pandemia nos alerta que hay que poner énfasis en la gestión urbana -dice la arquitecta Sánchez-, en la gente y sus barrios, en atender las necesidades cotidianas de agua, transporte, vivienda, salud y alimentación de los más pobres”.

A mediados de abril el Cabildo intervino barrios populares con brigadas y víveres. Días después la curva tuvo un drástico descenso y la urbe pasó del horror de los titulares internacionales al ejemplo.

El sociólogo Tutivén cree que la evolución natural del virus actuó en parte, sumado al confinamiento. “Fue un tipo de disciplina ciudadana que vino por el miedo. El pavor se apropió del imaginario, pero ya hemos olvidado ese pavor”.

En contexto

Tras un año de la pandemia, Ecuador reporta 282 599 casos de coronavirus y
15 713 muertes, entre confirmadas y probables; Pichincha y Guayas, las más afectadas. En este tiempo el país ha tenido tres ministros de Salud y aún afina su plan de vacunación.

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