Según la Constitución de Montecristi, es deber de los ecuatorianos “no mentir” (artículo 83, número 2). En agosto del año pasado, en uno de sus monólogos del sábado, el presidente Correa dijo que había estudiado en la Universidad Católica de Guayaquil, “mi Universidad, aquí me siento como en casa”. También señaló que varios de sus ministros son ex alumnos de dicho centro de estudios. Hace aproximadamente 15 días, en otro espacio sabatino dijo: “Créanme que cuando fui a estudiar a Lovaina, lloraba de rabia del tiempo que me hicieron perder, porque ¡qué pésima formación que tuve!”. En esa “pésima” Universidad, luego de sus llantos en el exterior, fue profesor por algunos años.
La Constitución habla de “no mentir”. ¿Mintió Correa en alguna de las declaraciones referidas? Si habló con la verdad cuando sostuvo que se sentía como en su casa cuando iba a la Universidad, se comprende que en su Gabinete ministerial cuente entre sus colaboradores con ex estudiantes de la Católica, tales como los ministros de Finanzas; de Turismo; de Salud; de la Producción; de Justicia; de Inclusión Social; del Litoral; de Transporte; de Educación; y, del secretario jurídico de la Presidencia, el abogado Alexis Mera, cuya promoción se la debe al ingenioso caballero Fabricio Correa.
Si lo cierto es que lloró de rabia por la educación recibida (tal vez no aprovechada por el joven estudiante Correa en las aulas universitarias), no comprendo qué hacen todos esos ministros cuya formación debe ser tan lamentable como la recibida por el Presidente. No quiero imaginarme estar gobernado por mediocres universitarios, que ahora despachan en base de rabia acumulada, represada por su mala formación académica. ¡No, ni pensar! Siendo positivo diré que se trata de brillantes profesionales, que jamás derramaron lágrima de rabia por su educación, por eso son ministros del Gobierno de la revolución ciudadana, ¡de quién más, sino!
Como corolario del artículo, considero que si en Bélgica llegó a llorar de rabia, sentimiento nada positivo, debió buscar el lado opuesto, es decir, reír de alegría por la oportunidad que le dio la vida: estudiar en el exterior, sin costo alguno para él. Aprovechar, si en realidad lo hizo, de brillantes maestros extranjeros. Darse cuenta a tiempo de sus escasos conocimientos, y poder determinar que la culpa fue de sus profesores ecuatorianos, y no de él.
La universidad ecuatoriana, al igual que otras en distintos países, tiene deficiencias que el estudiante sin rabia debe intentar suplir, para revertir en favor de la sociedad lo mucho o poco recibido. En este caso, el estudiante Correa tiene saldo negativo con Ecuador, por lo que comprendo la preocupación y frustración del Rector de la Universidad Católica de Guayaquil por la formación del economista Correa.