El desorden amenaza a Yahuarcocha

Redacción Ibarra

A Leonor Luna, de 65 años, le gustaría que Yahuarcocha recupere su esplendor. Recuerda que hace tres décadas, la laguna estaba rodeada de extensos potreros. “Desde allí se podían apreciar el paisaje, la flora y la fauna”.  

Ahora, el sitio se ha convertido en un mercado a cielo abierto. Los comerciantes informales deambulan por todas partes y los juegos mecánicos se instalan sin ninguna restricción. La razón: cada fin de semana visitan el lugar entre 15 000 y 20 000 personas.  

Los atractivos
Los visitantes tienen varias opciones de paseo en Yahuarcocha: en cuadrones, en lanchas, en motos acuáticas, a caballo... 
La Asociación Nueva  Esperanza de Yahuarcocha tiene 25 socios. Ellos ofrecen comida típica los domingos y feriados. Según Nubia Abril, realizan mingas de limpieza un día a la semana. 
El pescado frito es el principal plato que se expende en el complejo turístico. Su costo fluctúa entre USD 1,25 y USD 3, dependiendo del tamaño.  La cifra es del ex Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Ibarra. Según sus representantes, las visitas se duplican durante los feriados y en el verano.

Un promedio de 300 comerciantes informales se ubican, los sábados y domingos, entre el muelle y el pueblo. Ellos provienen de Otavalo, Cotacachi, Tulcán, Manabí y Colombia. Venden, principalmente, artesanías, dulces y comidas.

Además, 200 vendedores tienen sus puestos fijos a lo largo de la pista, de 10 km. Allí se ofertan pescado frito y empanadas. Luna prefiere no visitar ese destino turístico en los fines de semana. Le incomoda la congestión vehicular y el bullicio.

En la caseta, ubicada en la principal vía de acceso, se registra el ingreso de un promedio de 500 vehículos los sábados y un número similar los domingos. El tique cuesta USD 0,30 por cada carro. 

En la pista no hay señalización vertical ni horizontal. Los buses urbanos compiten con los carros particulares y los conductores de los ‘gusanitos’ realizan maniobras peligrosas, en medio del intenso tránsito y de la multitud que camina por el contorno de la laguna. 

Marcelo Salazar es un visitante frecuente del lugar, que fue declarado en emergencia por el Municipio, el fin de semana pasado.  Le molesta que las personas boten basura en las riberas de la laguna. “Familias enteras se sientan a comer en los muelles y no recogen los desperdicios”.  

Por más de una vez ha observado que desde los quioscos donde se ofrece el pescado frito, se arrojan los desperdicios al espejo de agua. La falta de aseo es evidente.

A eso se suma el desorden en el tránsito. No hay sitios definidos para el parqueo de los vehículos. Los conductores dejan sus carros, en los potreros que sirven como zona de protección de la laguna.

En el muelle, donde atracan  cuatro lanchas a motor, cada una con capacidad para 30 personas, los ambulantes ofrecen de todo: espumilla, caramelos, artesanías, paseos a caballo, gafas, discos compactos, quesillo con miel, helados, cañas…

Las envolturas de las golosinas, fundas plásticas, envases de vidrio, palillos de helados, tarrinas, cáscaras... quedan esparcidas por las orillas, sobre la escasa hierba o entre las totoras.

En el sector de las comidas, hay 100 locales donde se sirve pescado frito. De acuerdo con un estudio realizado por el Municipio de Ibarra, allí se venden 20 toneladas de pescado al mes.

Silvia Castro, directora de Salud y Medioambiente del Cabildo, no sabe dónde se arrojan las vísceras y escamas. Con la declaratoria de emergencia, el Municipio espera USD 3 millones del Gobierno Nacional para recuperar y ordenar el ingreso de turistas. 

Hasta que eso ocurra, Luna evitará ir los fines de semana a Yahuarcocha, considerada el principal atractivo natural y recreativo de Ibarra. Marisela Andrade quisiera tomar la misma decisión, pero no puede. Su prioridad es el ahorro y considera que un paseo por Yahuarcocha es barato. 

Ella va al lugar todos los domingos, con sus dos hijos. Considera que es un paseo barato, porque solo gasta en los pasajes de bus y en las golosinas. La comida la prepara en su casa. “Aquí pasamos toda la tarde y no gasto más de USD 5. Ir a otro sitio me cuesta más”.

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