Durante la primera mitad del siglo XX, la masacre obrera del 15 de noviembre de 1922 encontró ecos en la literatura ecuatoriana. Alfredo Pareja la menciona en ‘Baldomera’ y Pedro Jorge Vera en ‘Los animales puros’. Por su parte, Joaquín Gallegos Lara la usa como detonante argumentativo en ‘Las cruces sobre el agua’, la novela que publicó en 1946.
La historia tiene como centro narrativo la amistad entre Alfredo Baldeón y Alfonso Cortés. El primero, un panadero, hijo de panadero, que creció en el tradicional barrio del Astillero y el segundo, un artista en formación y futuro músico, que pertenece a una familia de clase media empobrecida.
En el prólogo a la edición cubana, Miguel Donoso Pareja destaca que la novela tiene cuatro focos de significación: la ciudad, las acciones de los protagonistas, la búsqueda de una identidad y la interpretación política de los acontecimientos. Todo enmarcado en la masacre del 15 de noviembre.
Durante décadas, la novela de Gallegos Lara se convirtió en una lectura de cajón para los estudiantes de colegio, pero en los últimos años, como ha sucedido con varios clásicos de la literatura ecuatoriana, su lectura ha sido relegada por las novedades editoriales. Lo interesante es que al mismo tiempo, esta historia ha encontrado resonancias en el mundo del arte.
‘Requiem 15 de noviembre’
“Hay un aguasangre en la orilla del Guayas y unas cruces que flotan dolientes sobre el agua, un quejido lamentable por debajo y varias sombras culpables penando en los portales. Dónde están los panaderos, carpinteros, cacaoteros y mecánicos que arrullados por la tarde se reían”.
Así arranca ‘Réquiem 15N’, la adaptación en verso libre de la novela de Gallegos Lara, que el artista Hernán Zúñiga recita en los conciertos de rock que organiza con la banda Espanta Ratas, con el propósito de que las nuevas generaciones sepan sobre esta masacre.
En los últimos años, esta presentación se ha convertido en parte del performance que presenta todos los 15 de noviembre, desde hace 17 años, con el apoyo de la Sociedad de Carpinteros. En un gesto que recuerda la acción que muchos guayaquileños comenzaron a repetir luego de la matanza, Zúñiga baja hasta el río Guayas con tres canoas llenas de cruces flotantes y las coloca en el agua.
Del papel a la pared
En la planta baja del edificio de El Telégrafo, donde se encuentra la antigua rotativa del diario, las paredes están llenas de miles de palabras escritas a mano con marcador negro. Es la reescritura de toda la novela de Gallegos Lara, que la artista Gabriela Ribadeneira realizó durante las últimas tres semanas.
‘Las cruces sobre el agua’ (de la serie Especie de Espacios) es una obra en la que Ribadeneira explora otra forma de recordar y actualizar la historia que se cuenta en este libro; una intervención que invita al visitante no solo a releer la novela en un nuevo soporte, sino a evocar las memorias de lecturas pasadas.
La dedicatoria
“A la Sociedad de panaderos de Guayaquil, cuyos nombres vertieron su sangre por un nuevo Ecuador el 15 de noviembre de 1922”. Esta es la dedicatoria que Gallegos Lara estampó al inicio de la novela.
En el libro ‘Evolución Social del Obrero en Guayaquil’ (1920), José Buenaventura cuenta que la Sociedad Unión de Panaderos fue creada el 19 de diciembre de 1898 y que su fundador y primer presidente fue el señor Belisario Estrella.
Buenaventura añade que la idea de fundación de esta sociedad germinó en el gremio de panaderos 10 años antes de su fundación. Asimismo, que por entonces un panadero ganaba veinte pesos mensuales y tres reales diarios.
Joaquín Gallegos Lara
Nació en Guayaquil en 1911. Tenía 19 años cuando irrumpió en la literatura ecuatoriana con un libro de cuentos titulado ‘Los que se van’, en el que también participaron Demetrio Aguilera Malta y Enrique Gil Gilbert. En 1946 publicó ‘Las cruces sobre el agua’. Falleció en Guayaquil, el 16 de noviembre de 1947. Tiene una obra póstuma titulada ‘Los Guandos’.
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