Por Juan Fco. Beltrán
Entre los españoles que viven en Cuenca es difícil encontrar a alguien que quiera regresar a su país: están felices, les gusta la ciudad, son bien recibidos y en muchos casos han formado su familia.
Es el caso del actor Gonzalo Gonzalo. Si fuera por él, se quedaría a vivir para siempre en Cuenca. “Aquí me siento confiado y valorado”, asegura. Después de vivir 12 años actuando en España, vino a conocer el Ecuador en octubre de 2003. Una coincidencia le obligó a quedarse: el director de cine Camilo Luzuriaga buscaba un actor español para la película ‘1809-1810 Mientras llega el día’. Gonzalo se presentó, fue escogido y actuó como el coronel realista Arredondo.
Luego Gonzalo dio un taller en la Universidad de Cuenca. Cuando ya preparaba su retorno a España, en 2005, le pidieron que sea profesor. Tanta fue la insistencia y el gusto por la ciudad que decidió quedarse.
El mismo gusto por Cuenca muestra Íñigo Sagarna, un vasco de 45 años que llegó hace 11 años al Ecuador y hace 4 a Cuenca. Mientras lee los periódicos en una de las mesas del bar Akelarre, del cual es el administrador, recuerda su llegada para iniciar un negocio hotelero. Pero unos años después tuvo que venderlo. Por su amistad con los dueños del Hotel Inca Real, de Cuenca, Sagarna instaló un bar en sus instalaciones y se encargó del restaurante. “Estoy muy bien, satisfecho”.
El amor, y no los negocios, fue lo que le hizo quedar a Marta Sanjuán en Ecuador. Esta malagueña vino el 9 de marzo de 1986 con los Misioneros de la Esperanza, un grupo seglar que trabaja con niños y jóvenes. Después conoció a un cuencano, Carlos Matovelle, de quien se enamoró y con quien se casó. Marta califica a los ecuatorianos de acogedores y recuerda cuando alguna vez se enfermó. Sus compañeras, entonces, le trataron como su familia, algunas hasta le hospedaron para cuidarla mientras se recuperaba. Ella visita su tierra cada dos o tres años. En Cuenca tiene a su familia (su esposo y su hijo Carlitos, de 12 años) y amigos, lazos estrechos muy difíciles de deshacer.
Una historia similar es la de José Luis Arnal. Él vino de paso, el 7 de junio de 2007, pero se quedó, primero en Guayaquil y luego en Cuenca, de donde es su esposa, Paola Beltrán, y con quien se casó hace un par de meses. Arnal es un periodista de 44 años. En Valencia, de donde es originario, fue director de una radio municipal y redactor en un periódico. “Lo magnífico es su gente, su amabilidad”, dice refiriéndose a los ecuatorianos, a quienes recién conoció cuando llegó al país. Cuando decidió venir tuvo que buscar en un mapa dónde estaba Ecuador. Pero su situación no es la mejor. No ha conseguido trabajo en Cuenca; en Guayaquil trabajó en dos universidades. Ahora piensa en un posible retorno a su país si no consigue trabajo.