Buñuelos: un dulce recuerdo

¿Cuántas veces un sabor o un olor le transportó a épocas pasadas? Seguramente la sensación de  ‘volver a vivir’ le dejó impregnada una huella de nostalgia. Es lo que siente la quiteña Mariana Arévalo, con 63 años de edad, cuando recuerda a su madre hacer  los deliciosos buñuelos derramados con miel en la cena navideña. “Mi madrecita reunía a sus hijos para esas fechas especiales y todos nos divertíamos ayudándole a preparar la comida. A veces uno de nosotros no se resistía y se adelantaba a darle una probadita”, relata con emoción.

Ella no puede contener la tristeza al ver que el tiempo se ha encargado de deteriorar algunas costumbres. A tal punto que en la actualidad, pocos son  los jóvenes que conocen de  ellas. Entre los lugares  que se le vienen a la mente cuando se le pregunta dónde se sirve esta exquisitez,  menciona el Madrilón, un antiguo café del  centro de la ciudad donde ya no se preparan más los deliciosos buñuelos.

A pesar de esto, existen familias ecuatorianas que conservan las   viejas recetas y hasta ciertas estrategias con las que se lucen en las festividades decembrinas. Estos ‘truquitos’ en la sazón son pasados de generación en generación y a veces se convierten hasta en una forma de subsistencia.

Es el caso de Vanessa Villacís, quien se hizo cargo del puesto de pristiños y buñuelos con el que participaba su madre en las ferias anuales de gastronomía quiteña antes de morir. “ Hace tres años alterno mis estudios y las tareas de la casa con la preparación de los dulces como una forma de preservar esta práctica familiar”, comenta.

Una sonrisa acompaña todas sus ventas. La amabilidad es una de las cualidades que atraen a los que asisten a estos festivales en los que la añoranza se apropia de los escenarios y se vuelve protagonista de los festejos.

 El anhelo de Vanessa es  entregarle a sus descendientes la posta para que sigan con el negocio. “Cuando tenga hijos les enseñaré los secretos de la receta de la abuela”.

Antecedentes históricos

Para la historiadora de comida, Carmen Sevilla, esta exquisitez es una tradición con influencia árabe-española. “Seguramente   los españoles la trajeron acá en época de la Colonia y se convirtió en un dulce característico de Navidad. Originalmente se hacía con harina de trigo. Luego, en América, específicamente en Ecuador, aparecen provincias como Loja y  Azuay, en las que se elabora con yuca”, explicó.

Al remitirse a su experiencia personal, la experta recuerda que en la Nochebuena, se servía este plato como postre. “Esta usanza  ha sido poco a poco desplazada por los denominados  ‘cakes’ o panes de Navidad que vienen con frutas confitadas, propio de la tradición anglosajona”, sostuvo.

Al preguntarle el porqué del nombre, afirma que siempre se lo conoció con esa denominación y que la característica principal es que se fríe en abundante aceite. Además, se sirve con la miel clara u oscura hecha de raspadura.

Las personas dedicadas a este especial oficio aseguran que la elaboración de los confites no tiene ninguna formula mágica ni es cosa del otro mundo. Pero lo que sí es necesario a la hora de elaborar las delicias nacionales es tomar en cuenta la dosis exacta de harina, que junto con los otros ingredientes se tiene que batir hasta que quede en el punto perfecto.

Delicioso acompañante

El chocolate caliente es la bebida característica para terminar el 24 de diciembre. La calidez hogareña se combina con  la parte dulce de la noche que es la parte preferida por los niños, ya que es también la antesala a recibir los regalos que todo el año le pidieron a Papá Noel. Así lo expresa Mario Rivadeneira, que a sus 10 años de edad dice que una de las cosas que más le gustan es  tomar el ‘chocolatito espeso que hace su nana’.

Para algunos esta  sola taza puede reanimar el alma y calentar hasta el más frío de los días. Así que en esta Nochebuena no pueden faltar los abrazos,  los buñuelos y el cacao.

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