Redacción Cuenca
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Su rostro dejaba ver que en la noche no pudo dormir. Estaba despeinado, su ropa algo sucia y tenía ojeras. Juan Carlos Samaniego, de 25 años, vivió como si fuese el último concierto del español Enrique Bunbury, que fue la noche del domingo.
Una ayuda
El sábado se suspendió el concierto por razones técnicas. Los fuertes vientos hicieron que parte del techo del escenario cediera.
La mañana del domingo varios habitantes de Sígsig dieron de comer a fanáticos de Bunbury que durmieron a la intemperie, como en la terminal terrestre.
Él llegó al cantón azuayo de Sígsig la tarde del viernes pasado desde su natal Guayaquil, lo hizo por el feriado de tres días.
No consiguió un lugar donde dormir, pero no tenía pensado quedarse hasta el domingo.
Por ello, la noticia de que el concierto se suspendía del sábado para el domingo por razones técnicas complicó a Samaniego. “Quería volver a Guayaquil, pero luego miré que la gente se acomodaba a las orillas del río Santa Bárbara y me quedé”.
Su facilidad de palabra le ayudó a conseguir que unos azuayos le dejaran recostarse en una carpa y allí se albergó la noche del sábado. Pero el cuencano Milton Lasso, de 16 años, no corrió con tanta suerte. Él y un par de amigos durmieron en las frías baldosas de la terminal terrestre de Sígsig.
Lasso, cargando una mochila, vestía una camiseta negra con la imagen de Bunbury. Hizo fila desde las 14:00 del domingo para presenciar el concierto que se inició a las 21:00. No le importó que su ropa estuviera sucia, “el rock and roll me perdonará por llegar en estas fachas”, decía entre risas.
Para él y sus amigos, este concierto fue “nuestro pequeño Woodstock (festival) y dispuestos a eso vinimos a disfrutar”.
El cantón Sígsig, que está ubicado a 90 minutos de Cuenca en bus, se volvió el centro de atención por el concierto del ‘Aragonés Errante’. Una fuerte lluvia, que terminó cuando salió a escena el cantante, no impidió que unas 6 000 personas lo vieran.
Tampoco se perdieron del recital los habitantes cercanos al estadio Municipal de la localidad, en balcones, ventanas, puertas, cientos de personas miraron con sorpresa el espectáculo del español.
Ya en el interior del estadio, los organizadores lucían preocupados. Antonio Díaz, de la organización, corría de puerta en puerta. Coordinaba con la Policía, seguridad del artista y personal técnico. “Todo debe estar a punto, hoy sí debe tocar”.
Con la lluvia llegó un rumor de que el artista quizás no tocaría porque el escenario estaba mojado. Eso inquietó a las personas que a las 19:00 ya estaban dentro del local. Por ello una cuadrilla de unas cinco personas con toallas en mano secó poco a poco el piso del espacio escogido.
Pero todo quedó en rumor cuando unos 30 minutos antes de las 21:00 con un fuerte resguardo policial llegó Bunbury en un vehículo 4×4, de color concho de vino. Sin más salió de su transporte y los que lograron verlo gritaron y con eso la gente que estuvo dentro del estadio se tranquilizó.
Luego, la música que entretenía a los asistentes se apagó, las luces igual y los gritos se encendieron. Vestido completamente de negro, con un sombrero en el que se distinguía la figura de una calavera, Bunbury salió usando gafas.
Por dos horas y media el español deleitó a sus fanáticos con su rock and roll. Hasta Sígsig llegó su gira de promoción del nuevo disco ‘Hellville de Luxe’ del cual extrajo su canción 200 huesos y collar de calaveras a la que calificó como preferida de su nuevo material discográfico. Al final, el tema La chispa adecuada del ex grupo Los Héroes del Silencio hizo saltar a todos y el cantante se despidió… Lasso sacó una chaqueta de su mochila, se la puso y a las 23:30 fue a buscar un transporte que lo llevara a Cuenca.