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La base de Manta

En 1998, el entonces presidente de la República, Jamil Mahuad (exiliado en EE.UU. desde su derrocamiento en 2000), cedió al gobierno estadounidense el control de las instalaciones aéreas militares de la Fuerza Aérea Ecuatoriana  en Manta, conocidas como base Eloy Alfaro en homenaje al revolucionario liberal de principios del siglo XX.

Poco tiempo después, militares de ese país se instalaron en lo que durante diez años se conocería como la Base de Manta, un enclave estadounidense destinado, según el convenio firmado entre los dos gobiernos, al control del narcotráfico y a la detección de posibles barcos piratas con emigrantes clandestinos.

Con el objetivo de que su tarea sea eficiente, el gobierno norteamericano realizó en la Base importantes adecuaciones físicas, amplió la pista para soportar aviones de transporte militar e instaló sofisticados equipos electrónicos.

La estadía de los soldados en Manabí trajo una serie de relaciones económicas, sociales y afectivas con la comunidad. Pero su presencia también generó un rechazo de sectores sociales y movimientos de izquierda, que vieron en esa permanencia una violación a la soberanía nacional.

El año pasado, en el contexto de la Asamblea Constituyente, se legitimó la prohibición de que fuerzas militares extranjeras permanecieran en territorio ecuatoriano y, en consecuencia, el Gobierno y su homólogo estadounidense acordaron el fin del convenio y el retiro de las tropas.

Ecuador ahora deberá ahora equipar y sostener, con su propio personal y logística, una base militar que preste servicios estratégicos y que, como dice el discurso oficial, no permita que ninguna fuerza extranjera, sea del país que fuere, vuelva a asentarse en nuestro territorio.