Decenas de moradores de Pedernales se agolparon a las afueras de la Iglesia Adventista para recibir raciones de alimentos no perecibles. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Las 1 200 raciones de alimentos no perecibles que se repartieron la mañana de este lunes 18 de abril del 2016 en la Iglesia Adventista de Pedernales se agotaron en cuestión de minutos. Ávidos de alimentos y agua potable, decenas de moradores de este cantón del norte de Manabí, el más golpeado por el terremoto de 7,8 grados de la noche del pasado sábado 16 de abril, se agolparon a las afueras de la edificación, una de las pocas estructuras de concreto que se mantiene en pie en el centro de la ciudad, tras el sacudón que la asoló.
A las 10:00, voluntarios de la Agencia de Desarrollo de la Iglesia Adventista ya habían repartido su ayuda, distribuida entre agua embotellada, granola, atunes, fideos y otros alimentos no perecibles.
Casi a la misma hora, un grupo de 20 estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad Estatal de Guayaquil arribaba al estadio Maximino Puertas, donde se instaló la logística gubernamental de ayuda. Los alumnos de Medicina llegaron cargados con medicamentos, que recolectaron de donaciones voluntarias.
Carlos Robles exhibía en su rostro la expresión del deber cumplido. Animaba a sus compañeros a seleccionar y distribuir con rapidez las medicinas, para atender a los heridos que por decenas siguen siendo trasladados a las carpas de atención levantadas por la Cruz Roja y el Ministerio de Salud.
A pesar de las historias de saqueos que relatan quienes perdieron sus negocios en medio del fuerte sismo, la solidaridad se ha impuesto entre los habitantes.
Las familias que aún disponen de agua, la que almacenaron en cisternas, la comparten con quienes lo perdieron todo, y deambulan buscando a sus seres queridos entre los escombros.
Johnny Zambrano repartió agua de un bidón, que guardaba en su negocio de bebidas frente al mar, al grupo de rescatistas del Cuerpo de Bomberos de Latacunga, quienes colaboraron en el rescate de personas atrapadas bajos toneladas de concreto y vigas retorcidas de los edificios colapsados.
La solidaridad está empezando a imponerse al dolor de las víctimas, de los familiares de los fallecidos, muchos de ellos turistas que llegaron a descansar el fin de semana a este balneario manabita.