De la Torre fue gerente del Banco Central del Ecuador y desde 1997 hasta inicios de 2017 trabajó en el Banco Mundial. Foto: Archivo Augusto personal Augusto de la Torre
Entrevista a Augusto de la Torre, exjefe del Banco Mundial para América Latina.
¿Por qué cree que la economía ecuatoriana ha caído en una trampa?
La evidencia sugiere que la economía del país ha entrado en un círculo vicioso, porque los desequilibrios que tiene se están reforzando el uno al otro de una manera perversa y eso es lo que constituye una trampa.
¿Cuáles son esos desequilibrios?
Hay tres grandes desequilibrios: fiscal, recesión y pérdida de competitividad. ¿Cómo se retroalimentan? El desequilibrio fiscal disuade la inversión y eso empeora el problema del crecimiento. La recesión obliga a endeudarse y baja los ingresos tributarios. Eso empeora el problema fiscal. Ecuador se ha vuelto un país caro, donde los salarios medidos en dólares han quedado más altos que los de Colombia. Eso debilita, a su vez, el crecimiento y genera un proceso de deflación; es decir, los almacenes tienen que hacer rebajas para vender sus productos, lo cual afecta a la recaudación tributaria.
¿Cuál es el origen de esos desequilibrios?
Salieron a flote el momento en que cayó el precio del crudo, pero la gravedad de los desequilibrios está asociado a cómo Ecuador administró la bonanza. La caída de los precios de las materias primas golpeó en la misma magnitud a todos los países de la región, pero no todos están tan mal. Perú y Colombia están creciendo. Pero Ecuador entró en recesión y es parte de los países que administraron mal su bonanza. Los casos extremos de esta mala administración son Venezuela, Brasil y Argentina.
¿En qué se evidencia ese mal manejo?
En dos factores. Primero, la fenomenal expansión del gasto público. No hay ningún país en Sudamérica que haya expandido el gasto público como el Ecuador. Históricamente, el gasto era de entre el 20 o 25% de su Producto Interno Bruto (PIB). Desde el 2006 es del 44%. Y, segundo, Ecuador invirtió la bonanza, casi en su totalidad, en infraestructura física (por ejemplo, carreteras), que son activos ilíquidos. Otros países prudentes como Colombia y Chile invirtieron en infraestructura, pero también en ahorros líquidos, sus reservas crecieron y, por eso, tienen una capacidad de amortiguamiento que el Ecuador no tiene.
Según el Gobierno, no hubo un salto tan abrupto sino que se incluyó en las cuentas los gastos en subsidios y trabajadores tercerizados que antes no se hacía.
En la serie histórica hicimos ese ajuste metodológico para poder comparar. El dato de expansión del tamaño del Estado ya tiene esa corrección.
¿Recurrir a operaciones de liquidez con el Banco Central ayuda a superar los desequilibrios?
Lo que hace es posponer la corrección. Una cosa es endeudarse para posponer la corrección y dejarle el problema al nuevo gobierno y otra cosa para corregir de una manera menos dolorosa y gradual el problema.
¿Cómo salir de esta trampa?
Es difícil salir de ella a menos que haya un programa económico que ataque los componentes de la trampa de manera simultánea. El Ecuador va a tener que corregir el problema gradualmente, en un horizonte de dos o tres años y vamos a necesitar endeudarnos para refinanciar esa transición. Si la corrección es abrupta se va a generar una gran recesión.
¿En qué consiste ese ajuste?
Lo primero es ir reduciendo el Estado. Viendo otros países de la región y la historia del país me parece que un objetivo puede ser reducir el gasto público del 40 al 30% del PIB, y es muy duro. Hay que reducir el gasto en USD 10 000 millones y esto no se puede hacer de golpe. Y hay que ser muy cuidadoso en cómo se recorta el gasto para evitar retrocesos en los avances sociales. El nuevo gobierno tiene que explicar y anunciar cómo lo hará. Si el inversionista no cree que va a haber una corrección fiscal, no va a invertir y, por tanto, no habrá crecimiento y no saldremos de la trampa.
¿Reducir el gasto es suficiente?
También es necesario racionalizar los impuestos como un incentivo para la inversión, pero tratando de no perder recaudación. Analizar la estructura de la deuda del sector público para renegociarla o refinanciarla. Pensar en una reforma laboral, justa y transparente, para recuperar la competitividad, donde el empresario pueda sentarse con sus trabajadores para acordar un ajuste al cinturón en este año y donde el siguiente haya bonos para los empleados.
¿Este plan calza en cualquiera de los dos partidos que hoy buscan la Presidencia?
La realidad económica es la misma para cualquiera que gane. Los desequilibrios y la lógica de la trampa es la herencia que nos deja este Gobierno. La pregunta para el elector es: ¿quién de los dos candidatos va a tener el liderazgo político, la credibilidad y los equipos económicos para salir de la trampa?
¿Es viable un plan de ajuste?
La palabra ajuste se ha politizado. Lo cierto es que hay desequilibrios. En el pasado algunos programas fueron draconianos y llevaron a ajustes abruptos que, en el corto plazo, empeoraron la situación. Por eso necesitamos un programa gradual. Lo segundo es que el plan sea creíble. Se requiere de algún actor externo y el Fondo Monetario Internacional podría ser ese actor. Necesitamos preparar un programa propio, cocinado en casa. Lo que hará el Fondo es apoyarlo para darle credibilidad.