Redacción Guayaquil
guayaquil@elcomercio.com
Doce niños miran casi sin parpadear el televisor. Se distraen con el programa del dinosaurio Barney. Están a la entrada de la sala múltiple del Centro de Atención Municipal Integral (CAMI) ubicado en la Isla Trinitaria.
Es el aula de prekínder y kínder de la escuela municipal. Hoy es uno de los tres albergues para los afectados por el incendio del pasado miércoles, ocurrido en ese sector del sur de Guayaquil.
Virginia Castro, promotora del CAMI, dice que allí, desde el jueves, están 54 personas. Los afectados están en un salón de 25 x 10 metros. Gloria Salas, que perdió su casa en el siniestro, agradece el apoyo recibido, pero pide que le ayuden para tener su casa.
En cambio, en el albergue de la escuela Manuela Chica, a unas ocho cuadras del sitio del incendio, los chicos se divierten en el patio. Allí no cuentan con una televisión. Rosa Valencia dice que, por eso, los niños pasan aburridos.
Junto a ella, Anabel Castro trata de controlar a sus nueve hijos. “De noche hace mucho frío. Por ello necesitamos cobijas”.
Ahí están 144 personas en cinco aulas. Hasta allá llegan personas para darles ayuda, como comida preparada, pero igual se turnan para preparar el desayuno.
Lejos de allí, en Gómez Rendón y Lizardo García, 11 familias están refugiadas en el Centro del Buen Vivir, del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES).
La situación es mejor, aunque no deja de estar marcada por la desgracia; 46 personas se acomodan en literas en cuatro dormitorios.
Mientras barre uno de los cuartos, Flor Rosales agradece la ayuda recibida. “Lo que necesitamos son zapatillas o zapatos para niños y adultos, pues todo se quemó y andamos descalzos”.
María Caicedo, psicóloga del MIES, dice que en ese sitio los albergados están organizados en cuatro comisiones de trabajo.