El engaño maquillado de un juego muy conocido en mercados y ferias de nuestros pueblos es el de las tres tapitas. Recordemos que se trata de una simpleza administrada por un avivato que esconde una prenda en tres opciones para que los ingenuos intenten sin éxito descubrir dónde se encuentra el objeto que es el premio. Este juego vine a la memoria luego de escuchar la pedagógica intervención de Jorge Zavala Egas en Miami. El jurista, que aunque no menciona haber descubierto el agua tibia constitucional, explicó con lucidez el proceso de ebullición de uno de los mayores secretos de ese experimento llamado Socialismo del siglo XXI.
Demostró el conferenciante que en países como Venezuela, Bolivia, Ecuador o Nicaragua, con modalidades semejantes y solo diferencias de matices ha existido un juego político macabro y exterminador de toda forma de democracia.
Mientras por un lado emergió una vocación neoconstitucionalista destinada a colmar la parte dogmática de abundantes y novedosos derechos que en el símil del juego constituyeron la primera ‘tapita’; la segunda correspondió, con igual seducción jurídica y política, a las superlativas garantías para el ejercicio de esos derechos, al extremo de privilegiar los tratados internacionales en esa materia. Sin embargo, la golosina oculta estaba en la tercera que era la parte orgánica de la Constitución. El pueblo nunca la descubrió sea por la habilidad de las manos del encantador de serpientes o por la falta de liderazgo de muchos actores políticos, identificados en teoría con un régimen de derecho, pero que optaron por el silencio o la indiferencia. Esa tapita escondía los embriones del poder absoluto sostenido en mecanismos nacido de imaginaciones afiebradas pero exitosas como fueron el Congresillo, los mandatos constitucionales, el Régimen de Transición y su hijo predilecto el Consejo de Participación Ciudadana.
En este contexto, ¿de qué vale que se garantice el derecho y la garantía a la libertad de expresión cuando está a punto de reventar un huevo que contiene la Ley de Comunicación con un Consejo de Control integrado por mayoría absoluta del Ejecutivo? ¿Para qué sirve la garantía constitucional de la libertad educativa y la autonomía universitaria mientras que por ley, reglamento e instrucciones se dan instancias de control e intervención? ¿Cómo entender que a la revolución se la califique de participativa cuando el Consejo de Participación Ciudadana, pilar de la organización estatal, está integrado por una mayoría fiel a los dictados oficiales? El pueblo ecuatoriano concurre a los espacios de ventas de víveres y lo seducen con las tres tapitas. En el caso constituyente nunca pudo ver la tercera y siempre se engolosinó con las otras dos. Invirtiendo el axioma clásico que decía que el rey reina pero no gobierna, en el país rige lo contrario: el pueblo vota y otros “les dan gobernado” a su antojo y beneficio. Y todos felices…