Esta ha golpeado a los mercados tanto energéticos como de alimentos en un mundo ya afectado por la pandemia por más de dos años. A esto se suma una turbulencia mayor, que es el incremento de precios y la reducción del suministro alimentario. Las restricciones y complicaciones que enfrenta el transporte marítimo sumado a los costos energéticos, de fertilizantes, sequías, inundaciones e incendios en varias partes del mundo se agregan al desastre de una guerra que puede afectar el 25% de la producción de cereales del mundo.
Los fertilizantes además de escasear se han incrementado entre 40 y 50% , el trigo el 20%, y la cebada un 33%. Los países con grandes fronteras agrícolas como Canadá, China, Argentina, EE.UU., Brasil y Australia no están en capacidad de suplir a corto plazo los productos. Además la capacidad de transporte está congestionada en los puertos de China, USA y otros lugares. China también enfrenta su peor cosecha de trigo en décadas lo cual presiona sobre la demanda mundial.
Se espera que el aumento en los precios de la energía, el mayor desde la crisis del petróleo de 1973, supere el 50% en 2022 antes de disminuir en 2023 y 2024, según el grupo multilateral BN en su Commodity Markets Outlook. Se prevé que los precios de la agricultura y los metales aumentan un 20 % en 2022 antes de moderarse a niveles elevados en los años siguientes. El Programa Mundial de Alimentos indica que no habido ningún precedente y panorama tan complicado desde la Segunda Guerra Mundial. Quienes viven al borde de la seguridad alimentaria esta situación puede llevarlos a la abismo más de 700 millones de personas.
Rusia y Ucrania representaron el 30% de las exportaciones de trigo, 17%de maíz y 33% de la cebada. La siembra del 2022 será reducida porque se ha desviado mucho del combustible para la movilización bélica y se ha restringido la exportación de reservas. El panorama nos trae nubarrones, pues el primero no puede exportar por sanciones financieras; el segundo está bloqueado en sus puertos y movilidad al comercio.