Un conflicto bélico que patea de golpe los mercados agrícola y energético; un desorden en el mapa laboral en Estados Unidos; megapuertos bloqueados por los balazos, los confinamientos o la falta de manos para movilizar la mercadería. ¿En serio les sorprende la escalada en los precios?
Ecuador no es una isla perdida en medio del Pacífico sur sino una economía insertada en un ambiente global, y lo que pasa al otro lado del mundo también impacta nuestro bolsillo. En 2021, cerca de 4,5 millones de trabajadores estadounidenses renunciaron a sus empleos principalmente porque tenían oficios que no les permitían trabajar desde la casa. El golpe a la cadena de distribución generó una escasez que disparó los precios. Por lo tanto, los productos estadounidenses que compramos en Ecuador son inevitablemente más caros.
Segundo: Rusia y Ucrania figuran entre los cuatro principales exportadores de trigo del mundo. El pan de la esquina es, lógicamente, mucho más caro hoy que antes de la guerra. Pero ¿por qué suben las papas y las cebollas en el mercado sin razón aparente? Porque Ecuador importa anualmente desde Rusia más de $170 millones en insumos agrícolas (principalmente, urea). A esto se suma que el precio internacional del petróleo este año es 50% más alto que en 2021 y 115% más alto que en 2020. La gasolina está más cara en todo el planeta, y mientras en Ecuador el diesel aún está subsidiado, en otros países el precio promedio del galón supera los $5.
La inflación es por estos días un mal global pero asusta ver cómo atónitos analistas y políticos aprovechan sus 15 minutos para prender fuego. En Estados Unidos se registran las peores cifras en 40 años. Nuestra tasa de abril fue de 0,59% pero en Colombia fue de 1,25%, en Perú fue de 1,13% y en Argentina fue de 6,3%. Lo que aún nos protege es aquello de lo que muchos “sorprendidos” reniegan: nuestra afortunada incapacidad de emitir moneda desde el histórico arribo de la dolarización.