Se critica con frecuencia a la inclinación de los medios hacia los conceptos y necesidades básicas del sistema, grupos de poder y estructura de clases. Lo cual logran por la configuración de las agendas, selección de los “expertos” para programas de opinión, cobertura de eventos o personajes públicos y marginación de otros, saturación en la muestra del accionar violento (hasta el histerismo mediático, a veces) de un sector, y mutismo sobre el uso excesivo de la fuerza del Estado.
Es un justo reclamo; no obstante, como respuesta nos piden boicotear los medios, informándonos en medios “independientes” como, diga usted, Telesur o RT (como dicen: “el chiste se cuenta solo”: uno y otro lado, CNN o RT, mienten con descaro). En todo caso, corrimos con suerte si nos indicaron esas fuentes, pues la mayoría nos invita a informarnos en Youtube, Tik Tok, Tweeter o Facebook.
Sí, esos mismos espacios que hablan de mujeres convertidas en serpientes, científicos que crean terremotos, hertzios de música maléfica, Borges escribiendo “afloja, mulata, afloja”, Rockefeller vendiendo virus por catálogo, líderes populares marcados como bandidos, chips inyectados viajando por las venas para llegar al cerebro y dominarnos, Rusia (pre, soviética y post soviética) siendo, en toda su historia, un “ángel de amor” (olvidando la crueldad de muchos de los zares, la barbarie estalinista, el genocidio de Holodomor, los 150 000 muertos y medio millón de desplazados para la construcción de lo que dio en llamarse la “Atlántida Soviética”, la primavera de Praga, el Muro de la Ignominia, Gulag, etc.)
En otra nota prometo discurrir sobre las maravillas innegables de la cultura rusa y su aporte para el mundo.
En fin, los medios mienten, pero ¿vamos a conocer la verdad en el reino más abrumador de la tergiversación, manipulación, retorcimiento y falsedad que ha conocido la historia humana? Hay quienes aplauden con entusiasmo. Como dijera Melville: ¡Ay, humanidad!