Por ser instrumento de gran relevancia, las once preguntas de la consulta de Jaime Nebot tendrán múltiples ángulos concordantes y contrapuestos de análisis e interpretación; de los que aportan, y de aquellos que anoten lo que faltó y cómo se desaprovechó la ocasión.
Siguiendo una desacertada tradición de las consultas populares en Ecuador, las preguntas son gruesas en su contenido, coyunturales para su vigencia y eluden temas estructurales como parecía desprenderse del discurso inicial del líder del PSC.
El pueblo, que decide en las urnas o en las calles el cambio de la historia no es estadista ni jurista en su gran mayoría. Desconoce las intrincadas relaciones entre el Estado, el poder y la fuerza; mucho menos, derecho constitucional, leyes tributarias y temas afines. Esta desconexión de preguntas y el electorado en un entorno donde la comunicación es la base de una democracia participativa es lamentable. Por tanto, dentro del balance de la consulta propuesta habrá que evaluar si las preguntas, a diferencia de anteriores, lograron ser claras, concretas y relacionadas no solo al presente sino al futuro de la nación. De lo contrario, además de intenciones, no se puede colegir que habrá cambios importantes en la estructura del Estado. Mal presagio.
Por algún motivo desconocido, las preguntas además de extensas son argumentadas y explicadas, lo que pudiera significar – sarcasmo incluido – que no es necesaria una campaña de difusión, pues al respecto todo estará dicho en el contenido de cada indagación y sus anexos para abogados. Es un catecismo y en ese campo solo actúa la fe; por eso, el triunfo es seguro y será muy difícil votar No.
Ante el reto de esta consulta popular, es necesario regresar a la obra de Juan Montalvo y parafraseándola una de ellas decir “Capítulos que se olvidaron al proyecto del fin del mundo”. Por ejemplo: ¿no fue la oportunidad para que el pueblo decida si el voto debe ser obligatorio o de carácter optativo? ¿Hubiera sido importante preguntar a la sociedad si está de acuerdo con una elección de legisladores en la primera o la segunda vuelta? ¿Fue acaso la oportunidad si el pueblo acepta que los legisladores solacen durante 8 años (reelección incluida) y no se interrumpan con una elección parcial de la legislatura?
Las preguntas son jurídicas y administrativas. No son estructurales. No miran al futuro, sino que ratifican el pasado en el presente. Los asesores que ayudaron en su elaboración se olvidaron para los cambios profundos de una importante jurisprudencia de la Corte Constitucional del 1 de agosto de 2019: “Por no estar expresamente restringido por la Constitución, la reforma parcial sí puede alterar el carácter o elementos constitutivos del Estado y la estructura fundamental de la Constitución”. Lamentable conclusión: el fantasma del Gatopardo no desaparece, “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.