Cotidianamente se cruzan en la calle y se saludan solo de paso. Pero durante la novena navideña de todos los años, esta situación cambia. Se reúnen para agradecer al Niño Dios y para pedirle mejoras en la salud, en la familia y en la economía.
Son los vecinos de la calle Iturralde, en el sector de El Pintado, en el sur, quienes, desde hace siete años, rezan cada día en la casa de una de las 12 familias participantes. Al entrar a la vivienda de Mariana Yánez, el olor a palosanto encendido se siente. Es el cuarto día. La vivienda está adornada con luces en las ventanas y pasamanos.
Los vecinos se juntan alrededor del pesebre, levantado en la sala, para rezar el rosario: los mayores están sentados en las sillas y sillones, y los niños en el piso. Un CD de villancicos suena de fondo. Al finalizar el rosario, todos cantan Dulce Jesús mío y se acompañan con las palmas.
Cada año, este grupo empieza la novena el 15 de diciembre, un día antes de lo acostumbrado, en la casa del prioste de la Navidad pasada. Mientras que el cierre queda a cargo del designado en este año.
Hasta antes del 2005, cuando empezó esta tradición, cada familia adoraba a su imagen. Pero luego, dos vecinas donaron un Niño Jesús grande para el barrio que, cada año, pasa de prioste en prioste. Al finalizar la novena, se agasaja a los niños con dulces y juguetes.
Además, cada día, el dueño de casa brinda algo a sus invitados. Yánez y su familia sirvieron café y agua aromática, con una empanada de verde rellena de queso. También hubo caramelos. Yánez estaba feliz. “Muchos niños no saben lo que es la fe. Cuando vienen en Navidad, una pequeña luz se queda encendida hasta el próximo año. La novena nos une”.
En El Batán Bajo, otro grupo de amigos se junta para la novena, desde hace 20 años. Los unió la inseguridad, cuenta Sonia Vaca. Varios de ellos sufrieron robos en sus casas y los afectados se reunieron para buscar soluciones. La Navidad estaba cerca y Laura Elena Anda les preguntó: “¿Rezan la novena? Recemos juntos”.
Igual empiezan el 15. La idea de adelantar la novena es que todas las personas pasen la Nochebuena con sus familias.
En el comienzo iban esposos e hijos; pero con el paso del tiempo, los hijos se han dedicado a sus cosas y dejaron de acompañarlos. Ahora esperan que cuando haya nietos, ellos sean quienes pongan la alegría en esta celebración.
Es la casa de Gloria Villarroel. Durante 19 años leyeron la novena del mismo libro, hasta que se perdió. Hoy tienen uno nuevo, pero la fe y el cariño están intactos.
Lo que más valoran de esta tradición es el sentimiento de pertenencia al grupo. Definen su relación como casi familiar. Disfrutan de la alegría propia de los villancicos. Tienen maracas, panderetas, castañuelas y guitarra.
Sebastián Naranjo, hijo de Laura Elena Anda, las acompaña con su guitarra, en el día tercero. El gran cierre es con una fiesta “con derecho a pareja”; bailan y cantan, pero no hay nada de regalos. Para ellas, lo importante es la fe en Dios y la oportunidad de compartir.
Cada día, la dueña de casa ofrece un refrigerio. En la casa de turno, hubo café con humitas y melbas, pero el día anterior, les ofrecieron canelones y ensalada. Otras cosas que preparan son canelazos, galletas, pristiños… “Terminamos la novena bien gorditas”, dice la dueña de casa, entre risas.
Esta reunión itinerante es una oportunidad para reflexionar sobre temas bíblicos y aplicarlos a su diario vivir. Por eso, este grupo también conversa sobre los pasajes religiosos y hace agradecimientos y peticiones al final del rezo.
En San Juan, el turno de recibir a los vecinos es de Lourdes Lozada de Chiriboga. Vive en la calle La Habana y forma parte de los grupos pastorales y comunidades eclesiales de base de la Basílica del Voto Nacional, quienes motivan a las celebraciones navideñas, principalmente la novena.
Martha Betancourt, coordinadora del grupo, dice que en el sector siempre se juntan por la oración. “Antes había grupos de 30 ó 40 personas. El más grande era de 80. Pero los que arriendan se van y los grupos se hacen más pequeños”.
Este grupo empezó su novena el 14 de diciembre. Así están libres para las celebraciones y misas que hay en la Basílica el 23 y el 24.
La cita es a las 19:00, pero los vecinos llegan poco a poco hasta las 19:45, cuando empiezan a rezar. Hay personas de todas las edades. Los niños llevan panderetas hechas de tillos, maracas y hasta tambores. Los vecinos se acomodan en los sillones, para alcanzar todos. En el piso, los niños se sientan alrededor de una mesa donde están las imágenes del Niño Dios que cada vecino lleva a la casa en turno.
Al final de cada misterio del rosario cantan un villancico. El aroma del agua de canela que hierve en la cocina ya se siente en la sala. Lozada tiene un brillo en los ojos, por la añoranza de su niñez.