Estamos en el tercer día de la nueva era de prosperidad, según el relato de uno de los funcionarios. La hipérbole en el informe del viaje del presidente Lenin Moreno a los Estados Unidos, al menos tiene la utilidad de hacernos pensar un instante en el futuro liberándonos de las amarras que nos atan al relato de cada día.
El relato de algunos medios se reduce a los datos repetitivos de la política y la economía envueltos en un menú informativo saturado de crónica roja. El relato de las redes sociales es un empacho de mentiras, consejos para sobrevivir dictados por sabios anónimos y chismes de la farándula. El relato del gobierno sale de la caja de los truenos, permanentemente abierta, para sacar nuevos esperpentos que devoren a los anteriores.
En la última semana antes de la nueva era, apareció el dato negativo: incremento de la delincuencia. Se trató de esconderlo detrás de la ineficiencia legislativa que no aprobó reformas a la ley de movilidad ciudadana, en seguida aparecieron las orejas de la migración venezolana, hasta que saltó de la caja de los truenos el monstruo de la xenofobia. Así vivimos encerrados en el presente por relatos dramáticos sin asomarnos al futuro.
Un proyecto, decían Sartre y Marcuse, solo es posible cuando hay capacidad de negar la realidad para concebir un futuro posible mejor. Aparentemente solo los intelectuales y los artistas son capaces de esta operación, los políticos saben, por instinto, que es peligroso hacer soñar a los electores. Y así vivimos, saturados de diagnósticos, huérfanos de proyectos. El anuncio de la nueva era aunque sea como hipérbole que nos hace sonreír, nos induce a pensar involuntariamente en el futuro; aunque, en la visita a Washington solo haya pretendido adornar el presente y reclamar como éxito el pasado inmediato, nos hace desear otra cosa. Nos hace desear que candidatos y campañas se olvidaran del pasado y nos hablaran del futuro. Ganar las elecciones es el presente, para qué quieren el poder, con quién van a gobernar, cuáles son las fortalezas de Ecuador, qué nos ofrecen el turismo, la agricultura, la minería, el petróleo; cuáles serán los valores, los objetivos, las ideas que unan a los ecuatorianos; eso es el futuro.
Dice el barómetro latinoamericano que la confianza en la democracia ha bajado en una década de 43% a 24% en el subcontinente y que los jóvenes son más tolerantes que los viejos. Tal vez no sea tolerancia sino aburrimiento, el único pecado que no tiene perdón según Oscar Wilde. Lo más valioso y esperanzador para un país son los jóvenes. Nunca hubo mejores recursos culturales, científicos y tecnológicos, pero para aprovecharlos se requieren recursos financieros, habilidades, competencias y conocimientos. Ofrecer a los jóvenes la oportunidad de escapar del tedio y confiar en el futuro, eso sería el inicio de una nueva era de prosperidad.