Nuestros juicios caen con frecuencia en la trampa del cliché ideológico. Me refiero a esas opiniones estereotipadas que guardamos siempre sobre un aspecto de la realidad y que se repiten llegando a formar parte de nuestro habitual modo de explicar el mundo. La llamada Leyenda Negra es uno de estos clichés ideológicos más reiterados. Se trata de una visión negativa de la conquista española de América, un enfoque parcializado de los hechos históricos y en el que se cargan las sombras cuando se hace referencia a la crueldad, oscurantismo y tiranía de los peninsulares frente a pueblos indefensos como lo fueron los nativos americanos. Tales juicios de valor fueron inicialmente difundidos por los seculares enemigos de España y parten de la premisa de que los españoles se muestran crueles, fanáticos e intolerantes.
Tanto ayer como hoy, la historia de la humanidad está marcada por el ominoso signo de la discordia, la envidia y la venganza. Los hijos de Caín pugnan por gobernar el mundo. Los vástagos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz, lo dice el evangelio. ¿Qué es la Historia sino la crónica de la eterna pugna entre la verdad y la mentira, la libertad y el sometimiento? No hay imperio que no haya cultivado la guerra, la crueldad y el genocidio.
La conquista española de América fue un hecho brutal, moralmente condenable y no inferior en crueldad a lo que hizo Roma en la Galia, lo que hicieron los belgas en el Congo, los ingleses en Sud África. Nada de esto se justifica ante una conciencia civilizada. Hay, sin embargo un hecho notable que hizo de España un país diferente. Y fue que, en esos mismos días de la conquista de América un grupo de teólogos españoles (Montesinos, Las Casas, Vitoria) alzaron su voz para preguntar a la Corona ¿con qué derecho España hacía la guerra a pueblos indefensos como son los americanos y se apoderaba de sus tierras, de sus cosas y personas? No es legítimo –dijeron- cometer crímenes y latrocinios con la excusa de cristianizar a las víctimas de tanto vejamen. Vitoria fue el primero en afirmar que el papa no es dueño del mundo para conceder al rey de España un dominio absoluto sobre tierras que no le pertenecen.
Es así como, en el mismo siglo XVI surgió, en la propia España, la disputa teológica que puso en entredicho la moralidad de la Conquista del Nuevo Mundo. El resultado fue el nacimiento de una doctrina encaminada a la defensa del americano: el humanismo de la salvación. Su cometido fue salvar al americano de los desafueros de la colonización en un triple sentido: como hijos de Dios, como vasallos del rey y como miembros de una comunidad que vive en el ámbito de la hispanidad. Que sepamos, ninguna otra potencia europea como la España de entonces, dio paso a un proceso de autocrítica en el que se puso en tela de juicio la moralidad de su propia política.