Joselyn García es voluntaria en la Fundación Plenitud Ciudad de la Alegría, en el sur de la ciudad. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Ocho horas al día, Galo Bravo pasa en el Hogar de Ancianos Santa Catalina Labouré, en el centro sur de Quito.
Allí viven 63 personas -hay cupo para 65- de la tercera edad. Él cuida de 10. Se prepara para ser auxiliar de enfermería y se vinculó al hogar hace un mes. El instituto donde estudia le ofreció varias opciones para cumplir con su pasantía -requisito para graduarse-. Él optó por los adultos mayores.
Contó que se trata de un grupo vulnerable que requiere de mimos, tiempo y afecto, al igual que los infantes.
El martes 19 de diciembre de 2017, por ejemplo, brindó el desayuno a ocho personas: siete hombres y una mujer. Todas lucieron felices. Ninguna habló. No pueden. Expresaron su emoción con una sonrisa y un ligero movimiento de sus manos.
Bravo no asiste en días festivo, pero aseguró que estará junto a su grupo el próximo 25 de diciembre para celebrar la Navidad. Entregará abrazos, pues de la fiesta se encargaron los familiares de los residentes, el pasado sábado.
Sor Cecilia, directora del Hogar de Ancianos, contó que adelantaron el festejo para aprovechar el interés de los familiares por visitar y agasajar a los abuelitos. Normalmente esas personas carecen de visitas. Del 100% de residentes, solo el 40% tiene familiares; de ese porcentaje, solo un 20% recibe visitas durante el año.
María Fernanda Encalada, de 21 años, conoce esas estadísticas y por esa razón también asistirá al Hogar de Ancianos el 25 de diciembre.
“El tiempo junto con ellos te permite crecer como profesional y ser humano”, dijo la futura auxiliar de enfermería del Instituto Técnico Superior Libertad. Ella vive en Guajaló y sale de su casa a las 05:30 para llegar a tiempo al Hogar. Allí los pasea, los baña, los cepilla.
El Instituto Técnico Superior Libertad forma parte de las 80 organizaciones que contribuyen con voluntarios durante todo el año al Hogar de Ancianos y otras instituciones que velan por el adulto mayor.
Unos son estudiantes de nutrición, podología, enfermería, psicología. Otros comparten conocimientos de dibujo y pintura. Esas actividades animan a los abuelitos.
Lo reconoció Teresa Villarroel, de 76 años. Ella llegó al hogar hace ocho meses tras la muerte de su segunda hija, de 40 años. “No me acostumbro todavía a vivir aquí, pero tenemos compañía”, aseguró. Su primera hija tiene 60 años y por motivos de salud no puede cuidarla.
Para alegrarlos y mantenerlos ocupados también se lo involucra en actividades lúdicas. El martes, por ejemplo, Joselyn García, estudiante de tercer semestre de la Universidad Central del Ecuador, dirigió una taller de terapia ocupacional. Lo hizo en la Fundación Plenitud Ciudad de la Alegría, ubicada en el sur de la ciudad.
En un salón amplio y cargado de luz natural, tres abuelitos armaron un rompecabezas y construyeron objetos con figuras de plástico de diferentes tamaños y colores.
De acuerdo con Sor Cecilia, los voluntarios destinan entre cuatro y ocho horas diarias al cuidado de los adultos mayores. Su presencia les permite destinar dinero para cubrir otros rubros: luz, agua, teléfono y personal administrativo.