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Bastaron unas cuantas horas de diálogo, con la voluntad manifiesta del presidente Moreno, para que Augusto Barrera, secretario de la Senescyt, y Jaime Breihl, rector de la Universidad Andina Simón Bolívar Sede Ecuador, llegaran a un acuerdo que permitirá solucionar el impasse que ha durado más de un año.
La Universidad, que el próximo mes cumple 25 años, nació como centro de enseñanza avanzada de posgrado, de investigación y de servicio a la comunidad nacional, andina y sudamericana. En poco tiempo se consagró como espacio de excelencia académica, de apertura a todas las posturas, de amplio debate, diálogo con la sociedad e impulso de la integración.
La U. Andina es una institución superior internacional. Ha formado miles de alumnos de posgrado; ha realizado cientos de proyectos de investigación científica; ha servido a los funcionarios públicos y dependencias del estado, organizaciones sociales, empresas y ONGs, con asesoría y capacitación.
Como universidad pública, ha recibido los fondos del estado que legalmente le corresponden. Los ha gastado con honradez y capacidad de gestión, sin quejas de abuso o mal manejo. Como organismo internacional reconocido por los países andinos, usó esa condición para traer docentes y experiencias del exterior, para hacer conocer al Ecuador en el medio universitario internacional.
El desarrollo de la Universidad Andina fue respetado por ocho gobiernos sucesivos. Pero su postura autónoma y plural resistió la tendencia obsesiva del correísmo de controlar la educación superior, de silenciarla y someterla. Correa y Ramírez quisieron tomarse la Universidad Andina para callarla, para llenarla de sus incondicionales, para gastar sus recursos propios.
Trataron de imponer un rector correísta que fue derrotado en las urnas en una proporción de 9 a 1. Persiguieron a César Montaño, el rector legítimo, que caballerosamente dio un paso a un costado. En una nueva elección volvió a ganar el candidato de la comunidad universitaria, derrotando al apoyado por el correísmo. Pero no se rindieron. Suspendieron las transferencias de fondos y trataron de quitarle su condición de organismo internacional. La comunidad universitaria resistió gracias a su firmeza y sobre todo, por el inmenso respaldo social que la universidad y su postura han tenido.
Las conversaciones entre Barrera y Breilh culminaron en un acuerdo en que primó la razón y el criterio académico. El estado reconoció laautonomía y el carácter internacional de la universidad, y ofreció pagar los fondos retenidos. La universidad ratificó su respeto a las leyes ecuatorianas y su voluntad de mover sus recursos externos con un plan. Un auténtico triunfo del país y de la razón. Una derrota sonora del autoritarismo y del abuso.