El socialismo es ahora mala palabra para algunos. Es una tendencia del pasado, manchada de autoritarismo y corrupción, sobre todo en América Latina.
Pero el socialismo es una tendencia mundial actual que participa en la vida política de la mayoría de los países con proyecciones diversas. No hay una receta única. Las fuerzas socialistas se expresan de distinta manera en cada lugar y región. Cierto es, por ejemplo, que el caso de Venezuela es terrible por la corrupción y el quiebre de ese país. Pero también es verdad que gobiernos como el de Tabaré Vásquez en Uruguay y los gobernantes socialistas chilenos son ejemplos de éxito.
En Ecuador, es evidente que el Partido Socialista Ecuatoriano, PSE, estuvo mucho tiempo secuestrado por Rafael Correa y su régimen corrupto. Algunos de sus dirigentes se prestaron para apoyarlo, impedir que fuera fiscalizado y se cubriera de un manto de impunidad. Quienes tuvimos una postura crítica fuimos marginalizados y hasta expulsados.
Pero ahora el PSE, ha recobrado su antigua tradición lucha popular, su independencia orgánica, su combate a la corrupción y su compromiso con la institucionalización del país. Ha dejado atrás la manipulación correísta y los enredos de algunos dirigentes con el pasado caudillista y autoritario.
Luego de un proceso de reorganización desde las bases y de un trabajo unitario sostenido, que duró un año, el 3 de agosto se reunió un Congreso Nacional del PSE. Allí, una amplia mayoría de delegados de 20 provincias y de las principales organizaciones sociales, eligió a la nueva dirección nacional, con una lista unitaria. El Congreso emitió una línea política de unidad socialista, de vinculación con las luchas y organizaciones populares, de combate al caudillismo y la corrupción correísta, de oposición a las medidas económicas y los intentos del gobierno actual de violar los derechos de los trabajadores, de apoyo a la institucionalización del país y defensa de la naturaleza, sobre todo frente a la depredación minera. Las posturas son claras y se mantendrán firmes. Participé activamente en el proceso de unidad y, sin que lo esperara, fui nombrado presidente del PSE. La tarea es inmensa y debemos cumplirla con unidad y consistencia.
Para ello necesitamos a toda la militancia y el acompañamiento de las organizaciones sociales, las fuerzas progresistas y de izquierda, de las personalidades representativas del país y los comunicadores sociales.
Esta designación me ha llevado, como en otras ocasiones en que he tenido responsabilidades políticas, a excusarme de escribir esta columna semanal, que he mantenido desde 1982. Cumpliré las nuevas funciones en un momento de cambio radical de rumbo, de unidad interna y organización del socialismo, centrado en las demandas de la mayoría de la gente del Ecuador.