La Sierra norte y Esmeraldas son considerados territorios históricos de los afroecuatorianos. Fotos: Francisco Espinoza para EL COMERCIO
Gladys Quiñaluisa aún recuerda cuando en su juventud el tren salía desde Ibarra, en Imbabura, rumbo al caluroso puerto de San Lorenzo, en el norte de Esmeraldas.
El paso de los viajeros daba vida a su pueblo natal: Estación Carchi. Como muchos vecinos, esta mujer afrochoteña aprovechaba el paso del ferrocarril para ganar dinero y ayudar a educar a sus seis hijos.
En la parada ferroviaria de la Estación Carchi, que hoy luce abandonada, doña Gladys, como le conocen sus amigos, ofrecía un platillo de arroz con menestra de fréjol y carne frita. “El tren pasaba, por lo general lleno de pasajeros, tres veces a la semana”.
Pero, tras la suspensión de las operaciones ferroviarias y la falta de fuentes de empleo obligó a migrar a los habitantes de este caserío, perteneciente al cantón Mira, en Carchi. Hace 21 años, Gladys Quiñaluisa se radicó en la capital de Imbabura en busca de oportunidades de estudio y empleo para sus vástagos.
Las calles polvorosas y las casas de adobe con techo de teja de la Estación Carchi se quedaron en su memoria. Esta es una de las 38 comunidades del denominado territorio ancestral Chota-Salinas-La Concepción-Guallupe, que se extiende en Imbabura y Carchi.
Se trata de uno de los asentamientos más importantes del país de este pueblo. Así comenta Salomón Acosta, presidente de la Federación de Comunidades y Organizaciones Afroecuatorianas de Imbabura y Carchi (Feconic).
En esta zona habitan 31 988 pobladores, según el último censo del Instituto Nacional de Estadística y Censos. Pero el otro eje históricamente importante es la provincia de Esmeraldas. Sin embargo, la migración hacia las ciudades ha transformado a Guayaquil, Pichincha y Manabí en los principales destinos de esta etnia.
En el Ecuador, el 7,2% de los 14 millones de habitantes se autoidentificó como descendientes africanos. Según Sonia Viveros, directora de la Fundación de Desarrollo Social y Cultural Afroecuatoriana Azúcar, de Quito, su pueblo está prácticamente regado en todo el país.
A pesar de ello, tienen mucha importancia los territorios ancestrales, en el valle del Chota y en Esmeraldas, que acogieron a los primeros hombres traídos como esclavos. En la Sierra norte, los pobladores mantienen aún las expresiones culturales, que se han transmitido de generación en generación.
Según Iván Pabón Chalá, investigador de la cultura afrochoteña, esa riqueza se refleja en la etnohistoria, saberes de medicina ancestral, expresiones culturales, religiosidad, cuentos, coplas historias y actividades económicas.
Uno de esos guardianes de la memoria es Ezequiel Sevilla, de 68 años. El artesano es uno de los últimos fabricantes del tambor típico de esta zona llamado bomba. Ese apelativo también le da nombre a la música y danza típica de las comunidades afroecuatorianas, asentadas a orillas de los ríos Chota, en Imbabura y Mira, en Carchi.
Estos exponentes de los afrodescendientes de esta región pudieron compartir sus conocimientos, el último fin de semana, en Ibarra, capital de Imbabura. La Fundación Piel Negra, de Ibarra, organizó un encuentro a propósito del Día Nacional del Afroecuatoriano, que se celebra el primer domingo de octubre. Esta vez se realizó por decimosexto año consecutivo.
Según Vladimir Viteri, artista plástico, la celebración en la ciudad es como una suerte de apropiación de la zona urbana, desde la periferia. En este ejercicio social participan habitantes de los territorios ancestrales y del país.