Gabriel García Márquez, en el discurso de aceptación del Nobel, empezó con unas frases que pueden ser aplicadas a la realidad populista de algunos países sudamericanos: “Antonio Pigafetta, navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo; unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara… Contó que al primer nativo que hallaron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió
la razón por el pavor de su propia imagen.
Lo sucedido en Argentina, después de las presidenciales, y en Venezuela, luego de las legislativas, parece corroborar la imaginación de ‘Gabo’ respecto de lo insólito que resultan las acciones y contradicciones de estos pueblos. Mauricio Macri llega a la Presidencia de Argentina tras una década de kirchnerismo, que ha sido la versión más esperpéntica del peronismo; desafió al candidato oficial en la primera vuelta y alcanzó un empate técnico, pero suficiente para vencer en la segunda.
Sin mayoría en el Congreso y en una sociedad polarizada debía empezar a gobernar. Era un inicio preocupante, con una economía desbaratada por el despilfarro que ocurrió en esa República, como en las demás de igual marca; por tanto, se esperaba un gradual ajuste. Sucedió lo contrario. Levantó el ‘cepo’ cambiario y transparentó el dólar, con la inevitable consecuencia inflacionaria.
Se reconcilió con el histórico campo argentino y en materia internacional presionó por los DD.HH. en Venezuela y de un plumazo liquidó el oprobioso pacto con Irán, que encubría los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA. Cometerá errores y hasta excesos, como todos los gobiernos, solo se exceptúan los que florecen en la Mitad del Mundo, que son infalibles. Sin embargo, su pulso es firme, puede ser como Piñera, de derecha y no represivo. Ser cauteloso, pues el animal herido puede regresar, aunque no será lo mismo.
Venezuela, por su parte, salió al revés. Triunfó la oposición para un cambio que debió empezar con la liberación de los presos políticos. Pero cayeron en los juegos del chavismo y no fueron hábiles para reivindicar el poder autónomo del Parlamento; se enredaron retirando los retratos de Chávez y no supieron defender a tres legisladores amazónicos. Pero la esperanza sobrevive luego de las verdades que le cantó -ante el país y el mundo- el presidente de la Asamblea, Ramos Allup, al presidente Maduro. Pero los presos políticos siguen en sus celdas y no sería sorpresa que la valiente Lilian Tintori mande a la punta de un cuerno a los legisladores de la MUD.
En el Ecuador, portándonos bien, evitaremos que Torquemada regrese de Bélgica. Merecido fue el premio para el aracateño, aunque su percepción sea escalofriante.
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