La tarde de ayer, viernes 6 de noviembre de 2015, familiares y amigos enterraron el cuerpo de Pedro Simbaña, asesinado el miércoles en el norte de Quito. Foto: Alfredo Lagla / El Comercio
Atacan en grupos, a aquellos estudiantes que caminan solos, distraídos, mirando sus teléfonos. Los sospechosos llegan por detrás, abrazan a los chicos como si fueran amigos y sutilmente les quitan los celulares, el dinero o los tableros de fibra que utilizan para dibujo.
Los propietarios de los locales que se extienden a lo largo de la avenida Gaspar de Villarroel, en el norte de Quito, son testigos frecuentes de esos casos. Gladys, una mujer que administra un negocio de comida rápida, comenta que a menudo alumnos del Central Técnico entran y piden ayuda.
“Ingresan y me dicen: señora, señora me quieren robar. Les escondo y cojo una escoba. Aquí trabajamos tres personas; entonces puedo hacer eso”.
Gloria, otra mujer que administra una papelería en las inmediaciones de ese centro, cuenta una historia similar.
Grupos vigilan a los colegiales, sobre todo al mediodía, cuando salen de clases. Los alumnos llegan al almacén y suelen describir el aspecto de los sospechosos a la mujer. Ella les permite estar ahí hasta que los desconocidos desaparecen.
La demanda de más patrullajes en ese sector aumentó en los últimos días, tras el crimen de Pedro Simbaña, estudiante del Central Técnico apuñalado a pocas cuadras del colegio.
Ayer (6 de noviembre), el cuerpo del chico fue enterrado en el cementerio de San Miguel de Calderón, barrio donde vivía con su padre y cuatro hermanos. Su madre llegó de España para verlo por última vez, antes de que una capa de tierra cubra el ataúd.
Pero no solo en el establecimiento donde Pedro estudiaba piden más presencia policial.
En el colegio Luis Napoleón Dillon, con 1 200 jóvenes, también se cansaron de los robos.
Los grupos delictivos operan a la hora de ingreso a clases, entre las 06:00 y 07:00, y en la tarde, de 12:30 a 14:00. Las autoridades del plantel ya tienen identificados los puntos donde los sospechosos actúan. Lo hacen en la 9 de Octubre, Colón, Orellana y 10 de Agosto. Todas estas vías utilizan los alumnos para regresar a casa.
Datos levantados por EL COMERCIO revelan que los últimos tres años se denunciaron 27 577 robos en Quito. Más del 60% de esos ocurrieron en la calle, según el Observatorio de Seguridad Ciudadana.
Hace ocho meses, alumnos del colegio Dillon detectaron a tres sospechosos que asaltaron a otros chicos. Fue entonces cuando tomaron la iniciativa. Un grupo de 40 estudiantes y 10 profesores recorrió las calles conflictivas y logró capturarlos en la avenida 10 de Agosto.
Las autoridades encerraron a los desconocidos en el coliseo hasta que llegaran los agentes. Tras esos hechos, los colegiales conocieron que esas personas actuaban con otras cuatro.
Jóvenes del colegio 24 de Mayo, ubicado en el sector del estadio Atahualpa, aseguran que los robos son esporádicos, pero admiten que sí ocurren.
Las autoridades señalan que una forma de mitigar los eventos delictivos ha sido el uso del transporte escolar. El 70% de alumnos lo utiliza. De hecho, los robos de celulares y dinero que se han reportado contra estudiantes de ese plantel ocurrieron en la calle Correa y en la avenida 6 de Diciembre, vías que utilizan para tomar buses.
En el Ministerio de Educación saben de estos casos. Para contrarrestar los delitos, esa Secretaría de Estado instaló cámaras en los exteriores de centros educativos que tienen más de 1 000 alumnos. Hasta marzo pasado, se instalaron 86 sistemas de videovigilancia en los establecimientos.
De hecho, el Central Técnico es uno de los planteles que tiene esos equipos en los exteriores. Pese a esto, los alumnos son víctimas de robos. Los dueños de locales también lo corroboraron a este Diario. De ahí que los jóvenes prefieren caminar en grupos para protegerse.