Las únicas palabras que se conocieron ayer 13 de marzo por parte del papa Francisco al cumplirse el primer año de su elección fueron a través de su cuenta en Twitter: “Recen por mí”.
Y es que Francisco no está en el Vaticano. Para el tradicional retiro de Cuaresma, el primer Papa jesuita quiso irse junto a la curia romana del lugar en el cual vive desde hace un año, para meditar en las afueras de Roma, en una austera y simple casa para ejercicios espirituales perteneciente a la orden de los paulinos, en Ariccia.
Aunque es una coincidencia que el retiro de Cuaresma haya caído justo en el primer aniversario de pontificado, la ausencia del Papa del Vaticano es considerada un símbolo de su sobriedad, de su austeridad; otro gesto de desacralización del papado de Jorge Bergoglio u otro llamado a la conversión.
Fiel a su perfil bajo, a ese considerarse un “cura normal”, no un Superman, como dijo claramente en la entrevista que concedió la semana pasada al Corriere della Sera, a Jorge Mario Bergoglio no le hubiera gustado festejar su primer año en el trono de Pedro triunfalmente en el Vaticano.
Aunque él no está en la Santa Sede y seguramente preferiría que pasara desapercibido, el primer aniversario de su pontificado despertó interés.
Ríos de tinta en los diarios de todo el mundo, documentales, programas especiales de radio y televisión, nuevos sondeos que confirman su extraordinaria popularidad, seminarios, convenios, flamantes libros sobre la “revolución” del primer Papa del fin del mundo, mensajes, homenajes, cadenas de oración, marcan la celebración del primer año de Jorge Bergoglio en el trono de Pedro.
La invitación formulada ayer para hablar frente al Congreso de EE.UU. es solo una muestra de su imagen positiva frente a la comunidad mundial. Eso, sin contar con que en su país es un ídolo: un sondeo de Poliarquía Consultores para el diario La Nación, mostró que un 93% de argentinos tiene una imagen positiva del Pontífice.
Sin embargo, dentro del balance en general positivo de estos primeros 12 meses, también hay advertencias sobre contradictores al cambio que busca impulsar el Papa dentro del catolicismo.
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¿Un frente ‘anti Francisco’?
Los “sacerdotes desobedientes” austríacos, pioneros en las corrientes reformistas en la Iglesia, afirman que los cambios pueden fracasar por la oposición de los obispos y por lo que llaman un “frente anti Francisco” en Roma.
Helmut Schüller, fundador y portavoz de este grupo, asegura que existe un “muy bien organizado frente anti Francisco”, en el que situó a grupos como el Opus Dei, Comunión y Liberación o Legión de Cristo. “Se puede contar con que esos grupos, que hasta ahora han sido muy influyentes, no van a ceder fácilmente”, opinó el párroco y antiguo Vicario General de la Iglesia austríaca.
La “iniciativa de párrocos”, iniciada por Schüller en el 2006 y que ha sido imitada en otros países de Europa y en EE.UU., realiza un balance de sentimientos encontrados sobre la labor de Francisco. “El Papa establece claras señales para una ruptura reformista de la Iglesia, pero entre los obispos impera la espera, con consecuencias fatales para las parroquias”, advirtió Schüller.
La iniciativa, en su dimensión internacional tiene a unos 3 500 sacerdotes, valoró las iniciativas de Francisco como el primer intento de abrir la Iglesia desde el Concilio Vaticano II, de 1962. A diferencia del anterior papa, Benedicto XVI, “ahora tenemos un Papa que, de repente, es finalmente participativo”, señaló por su parte el padre Peter Kaspar, otro dirigente de la iniciativa.
Kaspar enumeró cinco aspectos en los que el Papa latinoamericano está lanzando mensajes para transformar la Iglesia. Del centralismo a la universalidad; de Iglesia dominante a Iglesia de los pobres; del dogma a la variedad, de la severidad moralizante a la piedad y del derecho absoluto a la apertura.
Con todo, este grupo de sacerdotes, considerado fuerte en la disidencia interna de la Iglesia, advirtió que Francisco ha lanzado muchas ideas, pero que aún está por ver si podrá llevarlas hasta el final o si su futuro sucesor las continuará o se producirá de nuevo un retroceso. Agrega que los temas de la Iglesia de base siguen siendo los mismos: como la falta de sacerdotes y la lejanía con los feligreses.
Schüller destacó la necesidad de acabar con la discriminación de la mujer en la Iglesia, abrirla a los divorciados, debatir sobre celibato y dar más responsabilidad a los laicos dentro de las parroquias.