¿Es el título que merece la segunda vuelta electoral que ya está en marcha y luego de veinte apurados días de campaña entregará al Ecuador un nuevo Presidente, luego de diez años y medio de correísmo?
Lo cierto es que la intensidad y la expectativa son algo más que tremendas luego de los sucesos del inolvidable y un poco feo 19 de febrero.
La diferencia entre los dos primeros postulantes -Lenín Moreno y Guillermo Lasso- fue de un millón de votos pero exigió un balotaje y el candidato número 2 -Lasso- espera recibir la mayor parte de los votos que obtuvo la candidata número 3, doña Cynthia, en la primera vuelta.
Ambos -el ginebrino y el ex banquero- están ya en campaña pero no se vislumbra un debate y de vez en cuando los dos se preguntan de dónde sacarán la plata para las primeras quincenas de la burocracia y las muy mentadas deudas a la China y al resto. Son temas complejos pero hay otro más próximo e importante. Ganar.
Por su parte, el Gran Jefe Rafael anuncia que durante tan tremebunda campaña va a seguir inaugurando obras y cumple fielmente su palabra, según lo pueden certificar -hasta hoy- las provincias de Manabí, Guayas, El Oro y Los Ríos y seguirán, seguramente las otras hasta que se cierre la campaña y el Jefe vuelva a pisar Carondelet. Naturalmente, no faltarán las sabatinas, en buena parte dedicadas al tremebundo tema que sabemos. La conjugación del hermoso verbo ganar y una patada al feo verbo perder.
El jefe del Consejo Nacional Electoral, el polémico morlaco Juan Pablo Pozo, promete que, pese a la tremenda responsabilidad que implica una segunda vuelta, no habrá fraude. ¿Cómo así? Porque -dice- habrá algo más de 40 mil mesas electorales y en cada una de ellas estarán bien sentados y atentos, dos representantes políticos.
Uno de Alianza País y otro de Creo. Por lo tanto más de 80 mil ciudadanos, entre leninistas y lassistas, vigilarán que no se hagan trampas y que el campeón -o sea el nuevo Presidente del Ecuador- comience a buscar los bastantes millones que necesita no solo para pagar los sueldos sino para cumplir -ojalá sea posible- sus diminutas (perdón, supermillonarias) ofertas.
Terminamos formulando votos para que falle nuestro título de hoy y tanto la campaña como el debate -o el diálogo- no sean tremebundos ni tremendos y funcionen con normalidad. Sin ataques ni injurias. Concurriendo con entusiasmo a las urnas para depositar el voto por el mejor.
Anunciando pronto los resultados y festejando serenamente el triunfo. Con encuestadoras que no se equivoquen y que a las cinco de la tarde tengan ya el resultado. Con un Lenín Moreno y un Guillermo Lasso que hagan honor a su condición de finalistas y el triunfador se gane un buen puesto en la historia. Un hola a los postulantes a la vicepresidencia, Jorge Glas y Andrés Páez. Ras por una jornada electoral entusiasta, democrática y digna. Ojalá.