La grave crisis económica por las que atraviesa el país exige al gobierno destapar una olla que se ha mantenido cuidadosamente cerrada y publicar las cifras y datos con los que el señor Moreno recibió el país. El correísmo se defiende desde la tesis que cuestionarlo no es de izquierdas, sino una maniobra de la derecha.
Tal tesis no se sustenta, porque el gobierno es y seguirá siendo de izquierda, aun cuando ponga las cartas sobre la mesa y denuncie las causas que nos han llevado a la actual situación. Los que militan en una auténtica izquierda y no se camuflan en ella para usufructuar de apartamentos, coches, restaurantes y más prebendas, están obligados a mantener la tendencia, salvando del naufragio político lo que más puedan.
El pueblo no tiene memoria y si usted, señor Presidente, no da cuenta de la herencia que ha recibido, será culpable de sus consecuencias ante la sociedad. Y cuando se vea forzado a tomar medidas que no sean populares, desde Bruselas se le criticará sin la menor piedad, haciéndole responsable de no haber seguido la exitosa política del antecesor, atrayendo el respaldo de sectores sociales que todavía veneran al mesías.
Callar sería complicidad y hacerse co-responsable de deudas, contratos amarrados, déficit fiscal, corrupción rampante y, en general, de los efectos negativos de un gobierno autocrático que no solo acabó con la economía, sino con la institucionalidad y la democracia. La tarea que queda por hacerse es titánica, nada menos que la reconstrucción de la República.
Al señor Moreno no le queda otra alternativa que dar un golpe de timón, aun cuando le califiquen de neoliberal. Debe revisar la proforma presupuestaria del 2017 reduciendo gastos corrientes; recurrir a los organismos internacionales en busca de crédito barato que le permita negociar la deuda china.
Le conviene seguir enviando mensajes que demuestran criterio propio e independencia, pero sin quedarse en lo conceptual y pasando a la acción. La incógnita es cómo puede hacerlo con los mismos funcionarios que manejaron la economía del gobierno anterior. O sumisos hacían lo que no creían o muerto el rey, viva el rey, pero en los dos casos no inspiran confianza.
No es el momento de atacar al gobierno, que con la ¿oposición? tiene una meta común: desmitificar la figura del señor Rafael Correa, convenciendo a la sociedad ecuatoriana de que los últimos diez años son una década perdida y que le tomará al país mucho tiempo para recuperarse.
Moreno, a pesar de la crisis, tiene la posibilidad de terminar como un salvador, si hace lo que debe hacer, y tiene la habilidad de comunicarse con el pueblo y convencerle que los probables sacrificios son indispensables para corregir errores y poner a la nación en pie.