El correísmo oscila entre la candidez y la sevicia.
Candidez de una campaña por la reelección presidencial que terminó en opereta, y de unas convenciones verde-flex donde supuestamente se definirá el binomio para las próximas elecciones.
Sevicia de la agresión en redes sociales contra los periodistas del medio digital 4 Pelagatos.
El deterioro de su popularidad, y la amenaza de una derrota electoral en 2017, empujan al oficialismo a estos extremos.
Se ha perdido coherencia, sensatez y sentido de las proporciones.
Además de insubstancial, la campaña por la reelección de Correa ha sido una estrategia para extender al máximo posible el escenario de conflictividad al interior de Alianza País.
Las cuentas entre lealtad política y potencial electoral no cuadran, y requieren tiempo para ajustarlas.
Aun hoy, a pocas semanas de presentar candidaturas, la posible fórmula entre Glas y Moreno no se define.
La clave, para los intereses reales, es quién encabeza el binomio. Es más, ya aparecen voces que claman por una tercera opción: que el ex Vicepresidente escoja a su compañero de papeleta (de ser posible, una mujer costeña y apolítica).
Los devotos de Moreno quieren curarse en salud: tener a Glas en la banca de suplentes es como fumar sentados en un balde de gasolina.
La prolongación del drama puede ser un buen negocio en medio de un escenario electoral incierto y nebuloso. A excepción de Guillermo Lasso, las demás fuerzas de oposición, con posibilidades de triunfo, están deshojando margaritas. Todas, al parecer, juegan al efecto sorpresa, al gol en descuentos.
En tales circunstancias, el colectivo Rafael siempre contigo fue simple parafernalia, tiempo extra, ornamento de unas complejas negociaciones que ocurren en las apartadas cofradías del poder.
Las reuniones para supuestamente incidir en las definiciones electorales también son parte de esta parodia democrática.
Como si alguien en este país no supiera dónde, cuándo y quiénes toman las decisiones en el oficialismo.
Las posibilidades de conseguir un puestito en las listas de candidatos no dependen de la voluntad de las bases, sino de la eficacia de los palanqueos y melindres que se hagan frente al caudillo y sus jerarcas.
¿No fue suficiente escarmiento lo que ocurrió en las últimas elecciones presidenciales, en el mismo estadio del Aucas donde ahora se reeditará la ritualidad del control total?
Las amenazas en contra de los periodistas de 4 Pelagatos, en cambio, van en serio. Han ingresado abiertamente en los territorios del crimen político.
Son los caballos desbocados del fanatismo y la estupidez. Brutalidad pura.
De ahí al sicariato, o a que algún exaltado decida tirar del gatillo, solo hay un trecho.
Columnista invitado