Mildred Rhodes Harvey, una californiana de 50 años, tuvo varios sueños aquella noche de febrero de 1957. Mientras su esposo dormía, pasaron por su mente las imágenes de su casa y de su familia. Pero también el telón mental registró iguanas, tortugas, lobos marinos, pájaros pinzones.
Como fondo, las aguas azules del mar y las islas volcánicas admiradas en los últimos días: las Galápagos.
De pronto, Mildred creyó escuchar un ruido. Otro. Luego, un grito de susto en el yate Valinda y, de pronto, varios rostros hicieron su aparición y se escuchó una orden: “todos quietos”. En la puerta del camarote apareció el jefe técnico Richard Di Maio quien dijo con voz trémula.
-Son prisioneros que se han escapado de la isla Albermale o Isabela. Dios nos libre. El reloj marcaba las tres de la mañana del 16 de febrero.
El millonario abogado californiano William Rhodes Harvey hizo largos planes para las vacaciones de diciembre. Buscaba la paz y descartó los viajes a lugares habitados. Preparó su yate Valinda y contrató a cuatro marineros.
El domingo 20 de diciembre de 1957, a las 10 de la mañana, la nave fue puesta en marcha y se deslizó por las aguas del Pacífico con una decena de ocupantes. La primera visión de las islas Galápagos fue impresionante, con los abruptos acantilados de la isla Pinto -o Abibdon, el nombre inglés-. Luego, una isla con toda una comunidad de lobos marinos y una variedad asombrosa de conchas. Era la isla Marchena, con altibajos. La señora Mildred se encantó con la isla Hood -Española- y, por cierto, visitaron la Floreana, isla que registra una interesante historia. No faltó un relato sobre presos.
-¿Hay presos en Galápagos?- preguntaron los vacacionistas del yate Valinda.
-Si, desde el año 1946 en la isla Isabela- fue la respuesta.
-No iremos a la Isabela, dijeron.
Ellos no fueron a la Isabela pero los presos de uno de los tres campamentos instalados en 1946 se rebelaron y recorrieron los 40 kilómetros desde el “muro de las lágrimas” hasta el mar.
El domingo 9 de febrero ‘Patetuco’, ‘José Maquinista’ y otros 15 asaltaron al colono Enrique Cisneros y le arrebataron sus botes, emprendiendo viaje por el Pacífico hasta llegar a la isla Fernandina.
Los ocupantes del hermoso yate Valinda tuvieron el susto de su vida cuando en la noche los 17 prófugos ingresaron a la nave dando gritos y pidiendo que les reciban con luz y naveguen en el Valinda hasta la costa ecuatoriana, sin permitir que usen la radio.
Durante el viaje se apoderaron de los licores y uno de ellos se aproximó a la señora Mildred pero otro le obligó a alejarse. Con varias incidencias el sorpresivo y terrible viaje terminó en una playa de Esmeraldas y la noticia se transmitió a todo el mundo, haciendo famoso al yate Valinda y temibles a las islas Galápagos. No más presos, fue el mensaje isleño.