El primer candidato presidencial en escena para las elecciones de febrero del 2013, Alberto Acosta Espinosa, llegó apurado y con el antecedente de haber sido un cofundador de Alianza País y un amigazo del Jefe hasta que se produjo la ruptura 15 o mejor dicho 1. Pase. Algo que disgusta seriamente a los habitantes de Carondelet es su cartel de presentación que anuncia “Coordinadora de las izquierdas” y pregona “Izquierda Unida”. El plan oficial era que Correa se presentara -cuando lo crea oportuno o cuando le dé la real gana- como el postulante único de la izquierda ecuatoriana del siglo 21, dispuesto a ganar en primera vuelta, usando todos los recursos. Con esos antecedentes, sus ex amigos le recibieron como un estorbo, más aún, como un metiche. Con el añadido de que el candidato llegó con hambres atrasadas de popularidad y en plan de exhibir un izquierdismo de muchos años, apoyando causas de esa tendencia.
El triunfo del compadre Correa fue un episodio importante -y amargo, a la postre- en la trayectoria de Acosta. Tras el paso por el Ministerio del petróleo llegó a lo más alto de su carrera, con la Presidencia de la Asamblea Constituyente de Montecristi. Pero Correa dijo hace pocos días que impulsar el acceso de su ex amigazo a tan alta dignidad ha sido su mayor error en los cinco y más años de mandato. Explicó su disgusto anotando que Acosta “lideró a la seudo izquierda romántica y mística que hizo caer al Gobierno en gravísimos errores con el hipergarantismo en la Constitución”. La relación entre los fundadores aliancistas fue dañándose paulatinamente hasta que hizo crisis cuando “Betín” -como le llaman sus amigos- recibió el pedido de que haga a un lado. Se fue en efecto, en silencio, para evitar problemas a la causa de País. Durante cuatro años se mantuvo en segundo plano hasta regresar a la cancha política con el título desafiante de “candidato de la izquierda” y opositor total frente al “aprendiz de dictador”. Por cierto, el nivel y las características de su izquierdismo son temas de renovado interés y de discrepancias que a estas alturas se agudizan. Tal como sucede con el izquierdismo del Jefe, por si acaso.
Hoy está jugándose una carta difícil. Al comienzo de la campaña se lo advierte como pez en el agua, usando la calidad de su verbo -un poquito velasquista- y su reconocida capacidad. Todo un personaje. Bien, pero no faltan las incógnitas y dudas cuando se trata de calcular la suma de sus votos y de las agrupaciones “acostistas”. Por su parte, no ha probado su votación propia en las urnas, aunque llama la atención como candidato. La realidad es que él y los suyos enfrentan a un adversario poderoso, con un pre candidato que ha sumado triunfos y dispone de toda una maquinaria en pos de su objetivo. Ganar en primera vuelta, cueste lo que cueste, digan los que digan, quiere País. Levantar a “su izquierda” buscan Acosta y los suyos.